martes, 28 de junio de 2016

LA GLORIA

Tras demasiados años pensando qué hacer con mi vida, hoy he decidido que seré torero, torero famoso. No penséis que voy a perder el tiempo siendo primero esos que llaman banderillero, aunque el arte de las banderillas lo domino absolutamente, debutaré en Sevilla, qué digo en Sevilla, en Madrid, ¿En Madrid) No, tampoco en Madrid, en Méjico, en la capital federal, debutaré con 9 toros. Estoy seguro que triunfaré, llevaré en mi cuadrilla a lo mejorcito de la profesión y que hayan ensayado mucho eso de devolver al público los sombreros a los caballeros y los sujetadores a las señoras. Triunfaré. Estoy seguro. -¿Y con el 3-21 qué hacemos doctor? -Electroshock primero y luego ducha helada como siempre.

miércoles, 1 de junio de 2016

AJEDREZ Y TABACO

Me gusta pero no lo juego, me retiré y os explico la razón, seguro que comprenderéis mi decisión. Sí, antes jugaba al ajedrez, perdía casi siempre, esa es otra de la razones por las que no he jugado más. Por entonces solía acudir a jugar al piso de un amigo que vivía en un sexto, empedernido fumador. Estábamos jugando, haciendo tiempo para que llegase las diez y media de la noche que era la hora de recoger a la parienta que curraba en un hospital, allí estábamos con la habitación llena de humo y los cuatro niños de mi amigo por allí jugando sin molestarnos. De vez en cuando, miraba la hora para que no se me hiciera tarde y sin piedad mi amigo me iba dando jaque tras jaque, sin que me importase demasiado. El humo inundaba la habitación y como los niños estaban jugando en el salón, el humerío colonizaba todo el piso y entonces le dije a mi amigo: -¿No te parece que aquí hay demasiado humo? Se encogió de hombros y encendió otro Fortuna y así cigarrillo tras cigarrillo por su parte, mientras que por la mía perdía una y otra vez. Llegó la hora de salir para acercarme al hospital, me despedí y al abrir la puerta de la vivienda üna gran bocanada de humo me dio en la cara, era tan espesa que la cerré de golpe. Lo llamé para decirle que debía plantearse dejar de fumar porque hasta en el rellano llegaba el humo, no se veía ni la puerta del ascensor. Mi amigo se sorprendió y acudió a la puerta, la abrió y se quedó pálido. LLamó a los niños y cogió de la mano a dos y me dijo que hiciera lo mismo, subimos al ático por las escaleras, no podíamos ver nada, las manos me sudaban, los niños tan pequeños mantenían el tipo. Una vez en el octavo, vimos a un par de personas protestando ante la puerta de la azotea y nadie tenía la llave. Confieso que hasta ese momento no entendía nada, tanto humo, tanto humo, vivía algo parecido a una broma pesada y en ese momento mi amigo dijo que estuviese atento. ¿Atento a qué? -Pregunté. ¡Al incendio coño! ¿Qué incendio, dónde está el incendio? Y en ese momento supe que estaba en el piso octavo de un edificio donde uno o más pisos estaban ardiendo, supe también que estaba en el octavo junto a la puerta de la azotea y no teníamos llave ni ésta estaba provista de mecanismo de apertura de emergencia. Así iniciamos ambos con un niño en cada mano la imposible bajada de 8 pisos de escaleras, sin ver nada, casi sin respirar y con las manos sudorosas que hacían que los niños se me escapasen y en la impotencia, me agachaba para una y otra vez recuperarlos, escalón a escalón, paso a paso, cuando estábamos en el sexto rellano, un fuerte chorro de agua me alcanzó en la cara y ya en el quinto contemplando las llamaradas que salían de las puertas, el pánico se apoderó de nosotros, sacando fuerzas de flaqueza, sin poder ver nada únicamente el agua que a cada descansillo nos devolvía a la realidad se confundían con la espuma que inundaba rellanos y escalones, el inmenso calor y el trastabilleo continuo con las mangueras que los bomberos habían conseguido subir y para colmo, el griterío de la gente. Seguíamos sin ver nada y además resbalábamos por la espuma del suelo, el agua bajaba las escaleras a mayor velocidad que nosotros. Los niños se portaron muy bien. Así hasta que conseguimos salir a la calle sin víctimas que reseñar. Una vez a salvo me despedí de mi amigo y sus niños a los que profeso un cariño inquebrantable, mojado me dirigí al coche para ir a recoger a mi esposa que esperaría a la puerta del hospital, cuando iba a abrir la puerta de mi vehículo acerté a ver que estaba allí mi madre y mis hermanas. Mi madre me dijo que tuviese cuidado que había un fuego.