Se miraban dulcemente, caminaban siempre juntos, estaban hechos el uno para el otro, no les importaba nada...
Y un día él le dijo: te quiero tanto que te voy a dejar beber de mi lata de Coca-Cola y ella, como siempre, alzó sus hermosos ojos extasiada.
Seguidamente, él ajustó el mosquetón de la correa de cuero preferida al collar de ella y juntos y en silencio, como siempre, se dirigieron hacia el paso de peatones.
(c) Jesús María Serrano
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