Raro es el día que no me llaman o abordan a la entrada o salida del centro de Salud o el hipermercado, preguntándome si no voy a resolver los males del mundo por la módica cantidad de 12 euros al mes.
En ocasiones me indican que los niños malviven y pasan calamidades ya sea aquí o en remotas tierras, allí donde las organizaciones modifican la realidad: Comisariado de las Naciones Lejanas; Paz Verde; El Osito; Galenos sin fronteras; Ningún niño sin su camiseta de Messi; Practicantes sin fronteras; Las niñas de San Damián; Mecánicos dentales sin fronteras; Productivos y Receptivos; Carpinteros sin frontera; Ninguna niña sin las gafas de Rihanna; Fruteros sin fronteras; Caridad y bondad... y muchos otros.
Me dicen que en cierta ocasión participé en esto o en lo otro, pero lo que más me sorprende es que todos, digo todos, me piden una subscripción mensual de 12 euros, para resolver el problema concreto en que tales organizaciones se emplean. No quieren más ni menos, me pide exactamente 12 euros.
Estoy en paz conmigo mismo y con la humanidad toda porque con mis doce euros -exactamente 12 euros-, resuelvo toda la esclavitud infantil, toda la malnutrición, la educación, limpio todos los mares de plásticos y lavadoras viejas, ya todos los niños son Messi y ni una sola niña carece de las gafas de Rihanna.
Uno se siente alegre cuando pone el pie en la calle sabiendo que ha contribuido al bienestar de la humanidad. Por cierto, ¿habéis contribuido vosotros? Si no es así, sabed que el mundo va mal por vuestra culpa.
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