jueves, 20 de enero de 2011
DE LA PULSIÓN DEL ARTE Y LA LIBERTAD
El arte es una pulsión de los seres humanos y muy posiblemente la única que nos diferencia del resto de los animales. Desde el principio de los tiempos hemos necesitado de tal facultad para expresar nuestros pensamientos más íntimos y, sobre todo, nuestras dudas y miedos.
Todo es dinámico a imitación del universo y nada es perfecto tampoco.
Nuestra aproximación a las artes se produce por una hipersensibilidad que estoy seguro todos tenemos, si bien se necesita de la voluntad ya sea consciente o inconsciente, para poder desarrollar esta dimensión. Sin arte la vida carece de sentido estético. Son favorecedoras de las libertades y propician las pautas para que podamos expresarnos sin complejos, alabemos aquello que nos agrada y critiquemos lo que les produce reparos o nos disgusta. La libertad está íntimamente unida a las artes, pondré un ejemplo: si un grupo de indígenas, en medio de un gran territorio, sufren el ataque de una estampida de animales salvajes y, como consecuencia de ello, mueren varios de sus componentes, es muy posible que alguno en su desesperación golpee un tronco hueco para contarlo a toda la jungla. Un hecho así, lógicamente no es arte sino comunicación, ahora bien, si ese mismo individuo se siente triste o alegre aunque no le haya pasado nada, ni su vida corra peligro, pero recuerde la cara de su madre o de su hijo de su esposa, si esa persona golpea el tronco al principio para desahogarse y luego, con cierto ritmo, sí está creando arte ya que nos está relatando un proceso íntimo y abstracto desarrollado en la compleja estructura neuronal de su cerebro. El golpeo del tronco deja de hacerse monótono y comienza a crearse combinaciones de ritmos y melodías que la hacen agradables a otras personas y eso hecho es arte en sí mismo.
El artista cuando crea es un ser absolutamente libre. El poder es plenamente consciente del peligro de libertad y de arte en las sociedades y lucha contra ello. Todo individuo libre es peligroso para el poder y puede hacer tambalear su supremacía.
La libertad y el arte están reñidos con el poder y, es por eso, que la historia nos enseña que los grandes poderosos se preocuparon de acaparar a sus artistas para que los alabasen y glorificasen para la eternidad. Repletos y amontonados están los vestigios que demuestran esta afirmación mía, las iglesias se han encargado de que se pinten machaconamente miles de imágenes supuestamente santas. Emperadores, reyes y aristócratas, emplearon como siervos a los más grandes artistas, con el único fin de que sus nombres y sus vidas pudiesen ser conocidos a través de los tiempos, independientemente en muchos casos del desprecio de éstos por las artes.
Cantidades ingentes de recursos se han invertido en erigir los edificios singulares que hoy admiramos, pero en su fuero interno únicamente preocupaba que se supiese quien los había mandado construir.
Y llegamos al siglo XXI, aunque demos un salto grande y nos encontramos con nuevas herramientas virtuales que favorecen a una gran mayoría –lamentablemente todavía perteneciente únicamente al primer mundo-, que tiene acceso por primera vez, desde sus casas, por muy apartadas que tales estén a la información, economía y también al arte. Al poder eso le aterra y le preocupa, debido a que como esas personas ya pueden establecer juicios críticos sobre el arte, también lo pueden hacer y de hecho lo hacen, de sus gobernantes.
Ahora entiendo perfectamente las trabas que las grandes compañías y sus títeres -los gobiernos supuestamente democráticos-, están introduciendo en la red.
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