lunes, 17 de octubre de 2016
EL HONRADO JOE
Puede que la idea del honrado Joe de patrocinar la First Holly Week de Detroit no le saliera todo lo bien que hubiera pensado pero así son los negocios. Cuando Pepe Martínez, su mecánico español, se lo propuso, comprendió que si la comunidad hispana lo asociaba con ser un defensor de sus tradiciones, las ventas de sus coches de segunda mano, conocidos como los menos malos de todo Detroit, se incrementasen. Todo esto lo estaba pensando mientras veía a trabajar a Pepe cortando tableros y clavando puntillas aquí y allá con su herramienta neumática, rodeado de coches en reparación bajo el techo del taller con sus cuatro puertas abiertas de par en par mientras nevaba en la calle Larson y los vehículos patinaban al acelerar cuando se cambiaba el semáforo de rojo a verde.
Mañana lo veremos. –Dijo el honrado Joe.
Y sobre las 5 de la mañana, Pepe ya tenía preparado su paso de Semana Santa sobre un remolque del que tiraría una camioneta que se había engalanado con un par de pancartas, donde podía leerse “Come and join the 1st Detroit Holly Week” y en la otra: “Event Sponsored by the Honored Joe your friendly used car dealer”.
Se habían pedido los correspondientes permisos para la procesión pero el concejal de Asuntos Religiosos había prohibido cortar las calles solicitadas en el itinerario, si bien se permitía que pudiesen discurrir por las aceras que en Detroit, de todos es conocido, son bastante amplias, aprobándose incluso que pudiera circular el paso arrastrado por la camioneta por ellas. Para Pepe todo había sido un desafío puesto que carecía de lo más elemental y debido al poco tiempo del que disponía, un fin de semana únicamente, tuvo que improvisar. Como no tenía cirios, decidió atar velas a los mangos de los escobones del taller, como tampoco tenía túnicas se las apañó vistiendo a sus compañeros con los uniformes negros de los camareros y camareras de la cafetería de enfrente, menos mal que la música se la había descargado de internet y el sistema de amplificación era el mismo que usaban en la camioneta del taller cuando hacían promociones. Sus compañeros no entendían nada pero estaban tranquilos, a excepción del par de compañeros negros de la oficina al que había vestido de romanos. molestos con tanto metal y tanta guasa. La cruz pintada de morado estaba firme y cuando el honrado Joe se subió a la camioneta y lo miró, a Pepe se le deslizó una lágrima por su cara y se subió a la cruz.
En ese momento el honrado Joe pulsó el play y los sones de Amargura atronaron en la calle IV de Detroit por primera vez. Fuera nevaba.
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