¿Sobre la literatura me pregunta? Miró a la joven periodista becaria y enarcó las cejas, metió el dedo en vaso de tónica y pescó el limón. La literatura me dice. Sí, eran otros tiempos y sobre todo teníamos un enemigo común, ahora eso se ha diluido mucho. Se escribía contra todo: contra el régimen franquista; contra la Iglesia Católica; contra las empresas; contra los padres, puede que incluso contra la fábrica de automóviles Seat de Martorell.
-¿Contra la fábrica de automóviles Seat de Martorell ha dicho? El anciano miró a la chica y sonrió.
-Claro ¿por qué no? Pero sobre todo contra las chicas más guapas, sabíamos que nunca nos harían caso, se irían con otros que gracias a sus padres se habían comprado una Bultaco o una Vespa aunque se reían de ellos también formando círculos contra la fachada del Café Central, al final se subirían a sus motos para irse a bailar al Club Náutico y sabe Dios qué harían allí, nunca nos dejaban entrar para verlo. Se escribía contra todo: contra la Hoja del Lunes; contra el Diario Hablado Nacional; contra Matilde, Perico y Periquín, contra el bigote del presentador del Telediario o incluso contra el Ferrobús.
-¿Y la literatura?
-La literatura dice, tiene razón, había olvidado su pregunta, escribíamos también contra la literatura, estábamos hartos de José María Pemán; de Los renglones torcidos de Dios; de los libros de Formación del Espíritu Nacional; de las películas de Charlton Heston; de las voces melifluas de Antonio Molina, Joselito y Raphael por no hablar de Marisol rumbo a Río, era insoportable, por eso escribíamos cosas como: “Faroles como perlas./Los ojos guiñados por un faro./ Frenesí de los barcos suspirando.”
-¿Frenesí de los barcos suspirando? Bella imagen.
-Nos daba lo mismo, creábamos contra, comíamos en contra, bebíamos en contra, vivíamos en contra. Las chicas de piernas larguísimas ni nos miraban, pasaban junto a nosotros frías e inaccesibles, no les impresionábamos con nuestros auténticos vaqueros Levis comprados de contrabando a las esposas de los norteamericanos, tampoco les ponían nuestras barbas o el pelo largo. Era insoportable comprobar que para ellas –objeto y sujeto de nuestro deseo- éramos transparentes, así que no nos quedaba otra opción que escribir: “Será acaso un espejismo/ y no es un bosque de luna./ La luna toda es un bosque./ Por no hablar de la mili, de la dichosa mili, de los sargentos chusqueros, de las guardias interminables, de los uniformes. Por entonces todos iban uniformados: militares, ujieres, conserjes, guardacoches, porteros de los cines y edificios… ¿Qué guardaban? Nunca supe qué guardaban: “Yo tenía un asco/ Universal-Inmenso-Dúctil-Frío/ - llueve -/” ¿De qué hablábamos? Ah sí, de literatura, creo que estábamos hablando de literatura…
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