LOS VALIENTES

Nada se ha escrito sobre los cobardes, levantado desde las 6 y media, interesándome por la información, local, nacional e internacional, preocupado por los casi 5 puntos que hay caído el Dow Jones (aunque sin un jodido euro en inversión alguna), enterado que la ARG 17 ha constituido su Junta de Compensación y que el concejal Quintana les ha dado plantón. Aquí, con todo preparado, me dispongo a enfrentarme al mundo, a salir a la calle como el héroe que soy -y he sido desde siempre, vosotros podéis corroborarlo-, y disponerme al asalto del ambulatorio Centro Sur, para que mi médico de familia exponga su veredicto.

¿Hace frío? Me da lo mismo. ¿Se preocupó El Cid alguna vez por si su cota de malla se estaba oxidando antes de conquistar Valencia? No lo creo.

Por eso, he preparado el café y lo dejo ahí pendiente, arranco la furgo y me enfrento a otra mañana, exactamente igual que lo hiciera tantas veces Alonso Quijano, y si hay que enfrentarse a gigantes aunque venga embrujados como molinos de viento, pues me enfrentaré.

En un ratito vuelvo. Manda cojones que me hayan dado el número 1 de la primera consulta del ambulatorio con la mañana que hace.

No ha sido fácil, un jaguar asesino disfrazado de furgón Nissan intentó morderme, pero en un rápido y preciso movimiento de volante lo dejé en el arcén. Uno menos, jaguares a mi. Y llegando al centro estaban allí, eran tres, embozados en sus bufandas con las manos metidas en bolsillos daban vueltas alrededor de la furgoneta. Uno se atrevió, posiblemente era el jefe, porque hablaba con mucha autoridad, avanzó un par de pasos y dijo: -Ahí esta bien jefe, déjelo ahí. Contesté con un buenos días. Se envalentonaron y exigieron el impuesto revolucionario de los coches pero me negué. Les dije: ¿conocéis o habéis leído la obra checa La insoportable levedad del ser? No. -Contestaron. Eso me puso, me preparó el para knock-out final: -Cuando me hagáis un resumen, os doy el euro.

Es lo bueno de haberse criado leyendo tebeos del Capitán Trueno y Tintín.