miércoles, 31 de octubre de 2018

EL TRASLADO


En Cuelgamuros el portón trasero del furgón fúnebre permanece entreabierto y el viento lo golpea suavemente, cerca un Citröen C5 con el motor en marcha y 3 policías nacionales de paisano vigilan la explanada. Si hubiese sido de día, la sombra de la gran cruz les habría procurado fresco, pero aquella noche llovía con intensidad y no era plan de andar paseándose por allí.
Ya dentro del templo, un fraile y tres albañiles desmontaban la tapa de la tumba.
-¡Daros prisa coño! -Dijo el fraile.
-Ah, pero los frailes dicen coño también.
El fraile los mira con ojos asesinos.
-Ya casi lo tenemos cura. Paco trae la bolsa de plástico.
-Aquí la tengo preparada Manolo.
-¡Joder ésa no cojones que es roja!
-Disculpa que me he confundido, voy al furgón por la azul.
El fraile pasea preocupado alrededor de los operarios y mirando hacia todos lados. -Espero que el prior no se despierte, ayer cuando le serví la sopa añadí 17 pastillas de Tranxilium 15, porque de hacerlo me rebana los perendengues. Bueno es él.
El ayudante que está metido en la fosa, doctorado en física cuántica por Turingia, aprovechando la soledad del templo y la presencia del fraile se atreve a decir: -Supongo que esta chapuza tan desagradable en mitad de la noche me la pagará en horas extras. Dirigiéndose al autónomo que ha recibido la contrata.
-¿Horas extras quieres? Si deberías besar el suelo que yo piso, que no puedo ser más bueno, tanto que mi colegas se cachondean y me llaman Manolo el blando. Mírelo usted cura, cómo me trata este niñato cuando hasta lo tengo dado de alto 2 horas al día. De desagradecidos está el mundo lleno. Calla y empuja el saco hasta el fondo de una vez, que todo lo queréis tener enseguida, no estudies tanto y refléjate en mí que soy un emprendedor de postín, de los que levantan España.
-Y nunca mejor dicho esta noche, pero procura que no se te caiga, que bastante me estoy arriesgando ya. -Dice el fraile.
-Por fin, ya se ha conseguido introducirlo en la bolsa cura. Lo subimos y nos lo llevamos pitando.
-¿Cómo?
-Sentado en una silla de rueda de las que se usa aquí para los discapacitados.
-Buena idea. -Respira el fraile. -¿Siguiente paso?
-Tengo instrucciones de llevarlo al Museo de Cera de Madrid.
-¿Qué has dicho Manolo?
-Sí, me ha extrañado también. Me dijeron que lo ponga tras el guardarropa que ellos por la mañana lo colocarán en su sitio.
-Qué cosa más rara. ¿Te lo han dado por escrito?
-Por supuesto, aquí tengo el albarán sellado por Moncloa.
-Muéstralo que no me fío de vosotros, sois peores que Bárcenas con la contabilidad.
Se lo entrega muy bien doblado. Lo despliega y lee con dificultad entre la penumbra de la basílica: Palacio de la Moncloa 30 de octubre. A quien pueda interesar: Se ruega facilite al portador de la presente, acceso sin cortapisas al Museo de Cera donde se depositará el paquete, que se colocará sentado y cubierto con una túnica romana, sobre una peana entre las estatuas de Tiberio y Calígula.
-¡Pero no me lo puedo creer Manolo!
-Ah, que me registren, son las recomendaciones de los arqueólogos, me lo llevo y lo pongo allí en un pispás, ya que a unas malas siempre nos podrá servir para colgar los paraguas como tiene una mano levantada.




El fraile respira tranquilo, ya se han llevado el paquete y los pilotos del coche escolta camuflado de la Policía van perdiéndose mientras atraviesan la portada del mausoleo, se va tranquilizando, todo ha terminado, cuando el prior descubra mañana la tumba abierta que haga lo que quiera, él ha cumplido su labor, sacar al ínclito de Cuelgamuros. Toma aire y lo expulsa, ni siquiera el frío le molesta. Busca en su bolsillo izquierdo su rosario y va pasando las cuentas lentamente, ora en silencio, decide dirigirse al dispensario del que está encargado por ser médico del monasterio, atraviesa la inmensa nave y no puede evitar dirigirse nuevamente hacia la fosa y pararse ante ella, cree haber visto algo en el fondo pero la tenue luz le impide saber qué pueda ser, se busca en el hábito hasta encontrar un su teléfono móvil y activa su aplicación de linterna, con ella va mirando por toda la excavación y entonces lo ve. Se espanta.
-¡No me lo puedo creer pero si está ahí todavía!
En el fondo, en la tercera hilada de ladrillos sobresale un pequeño saco. Se espanta y salta al interior. Lo busca y palpa.
-¡Esto no puede quedarse aquí! Debo llamarlos inmediatamente, lo que me faltaba otra peregrinación. Menos mal que el fraile tiene en memoria el nombre de Manolo el albañil y lo llama inmediatamente.
-Jefe que lo están llamando.
-¿Quién?
-No tengo ni idea, pero lo están llamando.
-Contesta tú niñato que estoy conduciendo, eres mi tortura, si no fuera porque me llevas las cuentas y te exploto en la obra no me veías más. Contesta prenda, que eres un prenda.
-Dígame.
-¡Manolo que te la has olvidado cojones! -Dice el fraile.
-Que dice que se nos ha olvidado algo.
-¿Qué?
-Mire cura, mi jefe le pregunta qué se nos ha olvidado.
-¡El brazo incorrupto!
-Que hemos olvidado un brazo jefe.
-¡No le habrás partido el brazo en el traslado! -Contesta Manolo.
El fraile no cabe en sí mismo, tiene la saca en los brazos que le quema. -Dile a Manolo que vuelva aquí inmediatamente por el brazo incorrupto.
-Dice que volvámos echando ostias a por el brazo incorrupto jefe.
-¿Pero qué coño habla de brazo de los cojones? Si el paquete viene perfecto.
-Se trata de otro jefe.
-¿Tenía tres brazos? Y acto seguido se presigna y se va echando al arcén con el furgón.
El coche escolta los ilumina con sus faros y el brigada se acerca a preguntar qué está ocurriendo, ya andan fuera de horario.
-Mire guardia. -Dice Manolo. -No se lo va usted a creer pero es que tenemos al teléfono al fraile que afirma que el invicto tenía tres brazos, uno de ellos incorrupto.
El policía comienza a reírse dejado caer contra la puerta del conductor de furgón. -Ahora lo entiendo, con lo que lo hemos buscado, se trata del brazo incorrupto de la santa que colocaba bajo su almohada para dormirse.

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