-Santo Padre Karol le llama el Poverello d´Assisi.
-¡San Francisco me llama! Voy corriendo, cuánto honor.
Y tras un fresno inmenso, Karol encontró a Francisco de Asís hablando con una mata de hierbabuena.
-Hermana mata ¿cómo te llaman mata siendo tan buena?
-Ejem, ejem. –Se presentó el Papa polaco.
-¿Eres tú hijo mío?
-He acudido inmediatamente a su llamada reverendísimo Francisco. ¿Hay algo que este cura pueda hacer por vos?
-Espero que así sea porque estoy sumido en una vorágine de tristeza y estupor querido Karol. He pensado, dado tu profundo conocimiento de lenguas, me ayudes a transmitir un veredicto terrible que lacera mi corazón y embarga mi alma. No sé qué hacer.
-¿Qué ocurre? Estoy dispuesto a lo que sea para ayudar a un santo tan grande como vos.
-Estoy desolado, tengo sobre esta piedra el fallo del Juicio Final del bueno de Javier Parra de Santiago.
-¿Pero si es una persona encantadora?
-Por eso estoy tan consternado hijo mío, el Maligno aprovechándose que la beata Bernardita y Santa Teresa de Jesús andaban levitando –no tienen arreglo- y otros tres serafines gamberros los mismo, perdían su tiempo por ahí revoloteando y vacilando de sus alas, no asistieron al cónclave, por lo que el mal había conseguido inclinar el fallo al infierno de las calderas de mierda para el santo de Javier. Lo agentes de las sombras tenebrosas, aprovechando su superioridad numérica han inclinado sesgadamente la balanza en su favor.
-¡No me lo puedo creer! ¿Javier al infierno con lo bien que nos lo pasamos con sus relatos en el cielo?
-Precisamente por eso te he mandado a llamar hijo mío. Me he enterado que durante tu mandato en Roma y como parte de tu especial énfasis en la llamada universal a la santidad, beatificaste a 1340 personas y llegaste a canonizar a 483 santos, más que la cifra sumada de tus predecesores en los últimos cinco siglos.
-Con la debida humildad, me encuentro a gusto con esa labor santo Francisco. ¿Qué puedo hacer yo para impedir esa congoja que le aflige?
-Tú que eres persona culta y hablas polaco, italiano, francés, alemán, inglés, español, ucraniano, ruso, croata, esperanto, griego y latín, además de haber viajado a 129 países, quizás se te ocurra algo para evitar que el pobre Parra baje a los Avernos tenebrosos.
El papa viajero se quedó en silencio meditando cómo podía revertir aquel fallo –injusto a todas luces- contra el bueno de Javier. Fallo producido por la insistencia en las levitaciones y la no presencia al juicio de cinco votos fundamentales, algo inaudito y desgraciado para la Corte Celestial, cuando se debatía en aquel tribunal la vieja lucha del bien contra el mal, la bondad contra la ignominia, hasta que finalmente terminó diciendo, puede que…
-Veré lo que puede hacer este polaco. Quizás
-Al Poverello d´Assisi se le iluminó la cara.
Dime, dime hijo mío, qué se te ha ocurrido para evitar esta desgracia.
-Si vos me lo permite, reverendísimo san Francisco, puede que tenga una salida airosa para impedir al Maligno quedarse con Javier.
-¡Aleluya, aleluya!
-Se me ocurre que debido a mi edad considerable, cuando canonicé y santifiqué a tantas buenas personas, es muy probable que me olvidase de alguna y considero que en lugar de beatificar a 1340 fueran en realidad 1341.
-¿Pero los papas no eran infalibles hijo mío?
-Infalibles evidentemente, pero a jartibles no nos gana nadie. No se lo puede usted ni imaginar reverendísimo santo Francisco, de la misma manera que vos conversás con las matas de hierbabuena, yo como hablo tantos idiomas, a veces me confundo y coloco palabras de uno en otro y, en España cuando estuve me puse ciego de galeras con coral y manzanilla de Sanlúcar y hoy, reconozco, que cuando firmé los documentos no estuve fino, de modo que aunque con efecto retroactivo, canonizo a Javier Parra de Santiago como beato, por haber sufrido muchos tormentos, pero muy especialmente a tres personas: un tal Fraga, que estaba enloquecido y gritaba desde el balcón de Santiago “la calle es mía, la calle es mía”, cuando su balcón daba a la plaza del Obradoiro, a otro tal Ánsar que en su delirio llegó a creer que un presidente norteamericano llamado Bush era Dios omnipotente y, por si era poco uno de Pontevedra que inventó la majadería sincrética.
-Qué barbaridad lo que sabes hijo mío. –Dijo San Francisco de Asís.
-De modo que me apresto ahora mismo a meterme en la cabeza del Papa Francisco para que firme hoy mismo el decreto de canonización de Javier Parra de Santiago.
-¡Estupendo!
-¿Pero me invade una duda?
-Dímela hijo mío.
-¿Qué dirá de ello nuestro padre Dios?
-Ah no te preocupes, está viejo y achacoso, desde que su ojo gigante tiene cataratas, no para de jugar con su triángulo, tranki que de eso me encargo yo.
-¿Pero me queda una duda venerable Francisco, quién actuará de intermediario en la canonización, debe estar vivo?
-Lo tengo resuelto también, uno de Tenerife que se llama Julio Malo de Molina.
-Humm, llamándose Malo, no lo tengo tan claro.
-¡Por eso venerable Francisco, precisamente por eso, si lo propone un malo ya contamos con un voto más!
-¡San Francisco me llama! Voy corriendo, cuánto honor.
Y tras un fresno inmenso, Karol encontró a Francisco de Asís hablando con una mata de hierbabuena.
-Hermana mata ¿cómo te llaman mata siendo tan buena?
-Ejem, ejem. –Se presentó el Papa polaco.
-¿Eres tú hijo mío?
-He acudido inmediatamente a su llamada reverendísimo Francisco. ¿Hay algo que este cura pueda hacer por vos?
-Espero que así sea porque estoy sumido en una vorágine de tristeza y estupor querido Karol. He pensado, dado tu profundo conocimiento de lenguas, me ayudes a transmitir un veredicto terrible que lacera mi corazón y embarga mi alma. No sé qué hacer.
-¿Qué ocurre? Estoy dispuesto a lo que sea para ayudar a un santo tan grande como vos.
-Estoy desolado, tengo sobre esta piedra el fallo del Juicio Final del bueno de Javier Parra de Santiago.
-¿Pero si es una persona encantadora?
-Por eso estoy tan consternado hijo mío, el Maligno aprovechándose que la beata Bernardita y Santa Teresa de Jesús andaban levitando –no tienen arreglo- y otros tres serafines gamberros los mismo, perdían su tiempo por ahí revoloteando y vacilando de sus alas, no asistieron al cónclave, por lo que el mal había conseguido inclinar el fallo al infierno de las calderas de mierda para el santo de Javier. Lo agentes de las sombras tenebrosas, aprovechando su superioridad numérica han inclinado sesgadamente la balanza en su favor.
-¡No me lo puedo creer! ¿Javier al infierno con lo bien que nos lo pasamos con sus relatos en el cielo?
-Precisamente por eso te he mandado a llamar hijo mío. Me he enterado que durante tu mandato en Roma y como parte de tu especial énfasis en la llamada universal a la santidad, beatificaste a 1340 personas y llegaste a canonizar a 483 santos, más que la cifra sumada de tus predecesores en los últimos cinco siglos.
-Con la debida humildad, me encuentro a gusto con esa labor santo Francisco. ¿Qué puedo hacer yo para impedir esa congoja que le aflige?
-Tú que eres persona culta y hablas polaco, italiano, francés, alemán, inglés, español, ucraniano, ruso, croata, esperanto, griego y latín, además de haber viajado a 129 países, quizás se te ocurra algo para evitar que el pobre Parra baje a los Avernos tenebrosos.
El papa viajero se quedó en silencio meditando cómo podía revertir aquel fallo –injusto a todas luces- contra el bueno de Javier. Fallo producido por la insistencia en las levitaciones y la no presencia al juicio de cinco votos fundamentales, algo inaudito y desgraciado para la Corte Celestial, cuando se debatía en aquel tribunal la vieja lucha del bien contra el mal, la bondad contra la ignominia, hasta que finalmente terminó diciendo, puede que…
-Veré lo que puede hacer este polaco. Quizás
-Al Poverello d´Assisi se le iluminó la cara.
Dime, dime hijo mío, qué se te ha ocurrido para evitar esta desgracia.
-Si vos me lo permite, reverendísimo san Francisco, puede que tenga una salida airosa para impedir al Maligno quedarse con Javier.
-¡Aleluya, aleluya!
-Se me ocurre que debido a mi edad considerable, cuando canonicé y santifiqué a tantas buenas personas, es muy probable que me olvidase de alguna y considero que en lugar de beatificar a 1340 fueran en realidad 1341.
-¿Pero los papas no eran infalibles hijo mío?
-Infalibles evidentemente, pero a jartibles no nos gana nadie. No se lo puede usted ni imaginar reverendísimo santo Francisco, de la misma manera que vos conversás con las matas de hierbabuena, yo como hablo tantos idiomas, a veces me confundo y coloco palabras de uno en otro y, en España cuando estuve me puse ciego de galeras con coral y manzanilla de Sanlúcar y hoy, reconozco, que cuando firmé los documentos no estuve fino, de modo que aunque con efecto retroactivo, canonizo a Javier Parra de Santiago como beato, por haber sufrido muchos tormentos, pero muy especialmente a tres personas: un tal Fraga, que estaba enloquecido y gritaba desde el balcón de Santiago “la calle es mía, la calle es mía”, cuando su balcón daba a la plaza del Obradoiro, a otro tal Ánsar que en su delirio llegó a creer que un presidente norteamericano llamado Bush era Dios omnipotente y, por si era poco uno de Pontevedra que inventó la majadería sincrética.
-Qué barbaridad lo que sabes hijo mío. –Dijo San Francisco de Asís.
-De modo que me apresto ahora mismo a meterme en la cabeza del Papa Francisco para que firme hoy mismo el decreto de canonización de Javier Parra de Santiago.
-¡Estupendo!
-¿Pero me invade una duda?
-Dímela hijo mío.
-¿Qué dirá de ello nuestro padre Dios?
-Ah no te preocupes, está viejo y achacoso, desde que su ojo gigante tiene cataratas, no para de jugar con su triángulo, tranki que de eso me encargo yo.
-¿Pero me queda una duda venerable Francisco, quién actuará de intermediario en la canonización, debe estar vivo?
-Lo tengo resuelto también, uno de Tenerife que se llama Julio Malo de Molina.
-Humm, llamándose Malo, no lo tengo tan claro.
-¡Por eso venerable Francisco, precisamente por eso, si lo propone un malo ya contamos con un voto más!
Ooo000ooO
No hay comentarios:
Publicar un comentario