Eran una pareja ideal. Se conocieron en el instituto público, se gustaron, se cortejaron y se hicieron novios, ambos estudiaron magisterio, ninguno de ellos ganó las oposiciones. Siguieron amándose, se declararon agnósticos pero se casaron por la Iglesia Católica por aquello de no enfadar a los padres y a los abuelos. A sus abuelos y a sus padres si se casaban o se juntaban les daba lo mismo, vamos que no les importaba nada.
Ella encontró trabajo en una tienda de Vodaphone -porque esta firma siempre ha apostado por la pedagogía-. ¿Dónde va a sentirse mejor una maestra que vendiendo teléfonos y tableta? Él vendía libros para una editorial extranjera que en realidad escondía a una gran imprenta católica. ¿Dónde iba a sentirse mejor un maestro que vendiendo por toda España libros de texto?
Como el saber no ocupa lugar la editorial lo mandaba todos los días a ciudades diferentes y era común que se levantase a las 6 de la mañana y arrancaba el KIA antes de las 7 de la mañana, -el vehículo estaba provisto de un localizador que informaba a la empresa en todo momento los desplazamientos de su empleado- y si se arrancaba antes, estaba primado con 5€ para el desayuno, el resto era sencillo, conducir hasta Jaén para estar allí antes de las 12 de la mañana y tratar de captar el cole concertado para su editorial, ya por la tarde, se relajaba porque únicamente tenía que hacer una visita a un pueblo de la Alpujarra granadina y volver hasta Valencina de la Concepción sobre las 12 de la noche y con 900 km en el lomo.
Eran una pareja ideal, ella ganaba poco más de 1.100€ y él sobre 1.400. Al ser ambos maestros tuvieron la feliz idea de sellar un tratado para no hablar jamás de educación.
En los últimos cinco años se habían trasladado de ciudad 4 veces, de modo que ya habían vivido en Santander, Pamplona, Zaragoza y Sevilla, si bien cada vez eran más las semanas que él tenía que residir en Madrid, sede nacional de su editorial inglesa. Ella, iba buscándose la vida trabajando aquí y allá, recepcionistas de hotel, vendedora de ZARA, parada y ahora a los teléfonos.
Vivían en un piso de 61 metros que había sido de protección oficial, en un barrio obrero pero digno, por el que pagaban 750€ más los gastos corrientes, prácticamente el sueldo íntegro de ella y él, ahorraba de las exiguas dietas para comprarse de oferta el uniforme de trabajo. ¿Iban uniformados? En cierto modo sí, chaqueta, pantalón, corbata y zapatos negros con una camisa blanca de Zara como contrapunto. Así iba vestido cuando lo rescataron en la Sierra de Gredos los montañeros de la Guardia Civil tras aquella tremenda y sorpresiva nevada, lo hallaron aterido, tapado con los libros y repitiendo los verbos irregulares ingleses, sin posibilidad alguna de salir del vehículo. Tras varias horas, los equipos de rescate lo localizaron gracias a la oportuna llamada de la editorial -donde muy enfadados-, habían recibido la reclamación de un colegio de Coruña, donde la directora comunicaba que su comercial no había asistido a la cita. Con la ayuda de drones, perros y los Patrols viejos pero eficientes de la Guardia Civil, y tras excavar aquí y allá con las retroexcavadoras provistas de orugas casi 2 metros entre la nieve lo rescataron con vida.
Al preguntarle el cabo si se encontraba bien, él respondió: -¿Ha ganado el Valencia la Copa? Para inmediatamente desplomarse y perder el conocimiento. Mientras tanto, ella desmontaba la carcasa de un teléfono móvil y le sustituía la batería mientras forzaba una sonrisa.
Siempre lo dije: eran una pareja ideal.
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