En la Subdelegación del Gobierno, la titular, una joven 32 años que nunca ha trabajado sienta en su despacho a varios asesores y funcionarios. Fuera el viento de levante azota las ventanas, las pocas palmeras que han sobrevivido al picudo rojo, se zamarrean peligrosamente contra el cristalera, mientras ella mirándolas, permanece de espaldas a los presentes, con disimulo se arregla el pelo con la mano izquierda y en la otra sostiene un teléfono móvil de última generación.
-Ya estoy harta. -Dice. -Ya está bien. ¿Qué podemos hacer contra esta gente?
Nadie contesta, el amplio y anticuado despacho que rezuma el mal gusto de los arquitectos del franquismo permanece en silencio. Se vuelve y se acerca a la mesa de reuniones.
-¿Cuántas notificaciones se han recibido para el próximo lunes?
El secretario consulta su tablet y va desplazando el dedo con habilidad y contando mentalmente, sin que ello impida se le escuche verbalizar tímidamente.
-¿Número o poblaciones señora Subdelegada?
-¡Me importa un carajo! ¿Cuántas?
-Los Barrios, Jimena, La Línea, Algeciras, Ubrique, Conil, Chiclana, Arcos, San Fernando, Cádiz, Jerez, Trebujena, Jédula, Sanlúcar, Rota y El Puerto?
-¿Pero no se van a cansar nunca esta gente? ¿No se aburren, no tienen nada que hacer además de joderme todas las semanas?
-Notifican sus concentraciones y como son legales las tramitamos favorablemente, están en su derecho, pero además hay otras que no se reúnen sólo los lunes, también jueves y viernes?
-¡Jueves y viernes también! ¿Pero esta gente se ha vuelto loca?
La Subdelegada se dirige al asesor mejor pagado.
-¿No tienes nada que aportar? Recuerda que tienes una retribución de ministro.
El asesor levanta la cara y mirándola fijamente contesta.
-Informe a Madrid cuanto antes para que se les blinde las pensiones y se cumplan sus reivindicaciones.
-Eso es demencial.
-Pues por cada día que pase se sumarán más, han demostrado ser irreductibles, se ha intentado sobornarlos, hemos llegado incluso a promocionar partidos de pensionistas, usted sabrá lo que hace.
El vendaval de levante sigue azotando las palmeras y algunas ramas llegan incluso a golpear los cristales del balcón. La primera autoridad provincial cree escuchar a grupos de mayores coreando: gobierne quien gobierne las pensiones se defienden, gobierne las personas se...
-Si se escuchan hasta dentro de mi despacho.
Los asesores se guiñan entre ellos. La joven vuelve a levantarse para tratar de escuchar mejor las voces.
-¿Los oís vosotros?
-¿A qué se refiere?
-Los gritos, no paran de gritar ¿no los oís?
El asesor más joven mueve de lado a lado la cabeza y los demás asienten.
-No sólo no se rinden sino se les han aliado también los vendavales.
El asesor mejor pagado, conocedor ya que la política no les escucha por estar ensimismada y alejada de la realidad, preocupada por su cese inmediato, se dirige a lo presentes para comunicarles.
-Sintiéndolo mucho los viejos han conseguido mandar a otra política a la planta de psiquiatría del Hospital de Agudos de Puerto Real. Otra que se nos estropea.
-¿La llama entonces?
-No nos queda más remedio.
En ese momento la Subdelegada dejó de escucharlos, empecinada y fuera de sí misma, atenta en seguir los embates del vendaval contra contra el balcón de su despacho. Alguien le había administrado un par de inyecciones y una vía con suero penetraba penetraba por sus arterias. Miró alrededor y una médica la tranquilizaba.
-No te preocupes, estás en buenas manos, hoy en psiquiatría está de guardia mi novio que era muy buen estudiante. ¡Paco, tira palante y pon la sirena que esta tía está más payá que pacá!
-Ya estoy harta. -Dice. -Ya está bien. ¿Qué podemos hacer contra esta gente?
Nadie contesta, el amplio y anticuado despacho que rezuma el mal gusto de los arquitectos del franquismo permanece en silencio. Se vuelve y se acerca a la mesa de reuniones.
-¿Cuántas notificaciones se han recibido para el próximo lunes?
El secretario consulta su tablet y va desplazando el dedo con habilidad y contando mentalmente, sin que ello impida se le escuche verbalizar tímidamente.
-¿Número o poblaciones señora Subdelegada?
-¡Me importa un carajo! ¿Cuántas?
-Los Barrios, Jimena, La Línea, Algeciras, Ubrique, Conil, Chiclana, Arcos, San Fernando, Cádiz, Jerez, Trebujena, Jédula, Sanlúcar, Rota y El Puerto?
-¿Pero no se van a cansar nunca esta gente? ¿No se aburren, no tienen nada que hacer además de joderme todas las semanas?
-Notifican sus concentraciones y como son legales las tramitamos favorablemente, están en su derecho, pero además hay otras que no se reúnen sólo los lunes, también jueves y viernes?
-¡Jueves y viernes también! ¿Pero esta gente se ha vuelto loca?
La Subdelegada se dirige al asesor mejor pagado.
-¿No tienes nada que aportar? Recuerda que tienes una retribución de ministro.
El asesor levanta la cara y mirándola fijamente contesta.
-Informe a Madrid cuanto antes para que se les blinde las pensiones y se cumplan sus reivindicaciones.
-Eso es demencial.
-Pues por cada día que pase se sumarán más, han demostrado ser irreductibles, se ha intentado sobornarlos, hemos llegado incluso a promocionar partidos de pensionistas, usted sabrá lo que hace.
El vendaval de levante sigue azotando las palmeras y algunas ramas llegan incluso a golpear los cristales del balcón. La primera autoridad provincial cree escuchar a grupos de mayores coreando: gobierne quien gobierne las pensiones se defienden, gobierne las personas se...
-Si se escuchan hasta dentro de mi despacho.
Los asesores se guiñan entre ellos. La joven vuelve a levantarse para tratar de escuchar mejor las voces.
-¿Los oís vosotros?
-¿A qué se refiere?
-Los gritos, no paran de gritar ¿no los oís?
El asesor más joven mueve de lado a lado la cabeza y los demás asienten.
-No sólo no se rinden sino se les han aliado también los vendavales.
El asesor mejor pagado, conocedor ya que la política no les escucha por estar ensimismada y alejada de la realidad, preocupada por su cese inmediato, se dirige a lo presentes para comunicarles.
-Sintiéndolo mucho los viejos han conseguido mandar a otra política a la planta de psiquiatría del Hospital de Agudos de Puerto Real. Otra que se nos estropea.
-¿La llama entonces?
-No nos queda más remedio.
En ese momento la Subdelegada dejó de escucharlos, empecinada y fuera de sí misma, atenta en seguir los embates del vendaval contra contra el balcón de su despacho. Alguien le había administrado un par de inyecciones y una vía con suero penetraba penetraba por sus arterias. Miró alrededor y una médica la tranquilizaba.
-No te preocupes, estás en buenas manos, hoy en psiquiatría está de guardia mi novio que era muy buen estudiante. ¡Paco, tira palante y pon la sirena que esta tía está más payá que pacá!
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