-No me vengas con coñas Paco, llevas casi un par de meses y no das con él.
-Esta vez lo tengo señor.
-¿Lo tienes, estás seguro?
-La tengo.
-¿Una mujer? Sabes que no me gusta meter a mujeres en el negocio porque husmean demasiado, lo revuelven todo y se hacen dueñas hasta manipularte. Descártala.
-Es ella.
-Paco que te conozco, no metas en esto a cualquiera, tú sabes lo peligroso que es.
-Seguro ciento por ciento jefe.
Martínez lo miró y se quedó pensativo, confiaba en Paco, era una persona que conocía perfectamente el mundo de los bajos fondos y si afirmaba con tanta rotundidad algo es que lo tenía.
-¿Me puedo fiar entonces?
-Absolutamente, no se lo creerá pero le he visto hacer un Benson reducido esta mañana.
-¡Un Benson en Madrid! Y se quedó con la boca abierta, no podía creérselo.
-Pero si la última vez que lo vimos fue...
-En Asunción, Paraguay jefe, allí lo vimos y ha pasado 11 años desde entonces, lo hacía Vladimir Néstor.
Las piernas le temblaban a Martínez, el pasado se le presentaba justo delante de su nariz, el gran Néstor tenía un discípulo.
-¿Ella es?
-Supongo, no se lo he preguntado.
-Cuéntame cómo ocurrió.
-Me bajé del autobus y entré en la estación de Aluche, allí confluye como sabe Cercanías Renfe y Metro en superficie, estaba prácticamente vacío, un hombre joven con aspecto enfermo se había subido la cremallera de su sudadera, una mujer de unos 50 años con su carro de la compra vacío que leía una revista, una chica de unos 40 que se sentó frente a ella y yo. Me pareció que todo estaba bien pero noté que la chica se metía primero la mano en el bolsillo izquierdo y oí un leve sonido, ya sabe que ahora hay wifi en los trenes y mi inhibidor vibró, luego hizo lo mismo en el bolsillo derecho y efectuó dos cargos electrónicos de 19€, más tarde con toda osadía se dirigió a la mujer y le dijo que si le importaba hojear su revista porque estaba interesada en la boda de Belén Esteban. La mujer sonrió y asintió, mientras tanto le sacó la billetera, extrajo un billete de 50 y otro de 10€ pero dejó el de 20 y lo suelto, palpó supongo para distinguir las tarjetas electrónicas y eligió una y dejó la otra, para luego volver a introducirle la billetera en el bolso de la señora.
-Qué me estás contando.
-Como lo oye jefe, pero ahí no acabó la cosa, en estos casos se aprovecha la próxima parada y sale uno de naja pero ella no lo hizo así, esperó a que se levantase salieron juntas en Plaza del Callao y en ese momento la señora se palpó. Momento en que ella, siempre sonriente y solícita le preguntó si había perdido algo. La señora al comprobar que su billetera estaba en su sito le respondió que buscaba un mechero porque de vez en cuando se fumaba un cigarrillo y en casa se lo afeaban, entonces la chica le regaló el suyo y se fue.
-¡Un Benson & Hedges en toda regla!
-Se lo he dicho jefe, por esto estoy aquí.
-Reúne inmediatamente al equipo.
-Ya lo he hecho abajo en el portal, vienen hacia aquí todos, menos al holandés que está en Barcelona y llegará sobre las 5 de la tarde en el puente aéreo, lo recogeré en Barajas.
-¡La tenemos, por fin la tenemos, informaré al portugués que estamos preparados!
-Puede hacerlo tranquilamente jefe.
-¿Y ella la has reclutado ya?
-No.
-¿No? Es demasiado lista jefe, se lo diré a menos de una hora del golpe.
-¿Por qué Paco?
-Tengo la intuición que es la hija de Vladimir Néstor.
-Qué listo eres Paco, sin ti estoy atado de pies y manos. Muy bien.
-¿Disculpe es usted paraguaya?
-¿Tanto se nota?
-En absoluto pretendo molestarla, solía viajar por América y tuve un amigo en Asunción que nunca olvidaré, todo un maestro se llamaba Vladimir.
-¿Vladimir?
Paco asintió mientras miraba fijamente el luminoso de Budweiser apagado y agarraba su Martini con ambas manos. La luz intermitente del semáforo penetraba por la cristalera del bar sólo frecuentado ellos dos, otro cliente y Rafa el camarero de la cafetería Bratislava, uno de los pocos antros de Madrid que no cierra nunca sus puertas. La mujer levantó la cabeza y se dirigió a Paco.
-¿Vladimir decía?
-Vladimir Néstor quizás el último que se atrevió a realizar un Benson nada menos que en Asunción, su propia ciudad. Brindo por él. Y alzó su copa sonriendo.
-¿Lo ha visto recientemente?
-Lamentablemente no, tenía un hijo, si estuviese aquí estaría en esta cafetería brindando con Martini.
-¿Un hijo dice?
-Eso decía, nunca llegamos a verlo.
-¿Quién es usted?
-Soy otro como tú.
-Modérese caballero, no me conoce de nada.
-Te conozco mucho mejor de lo cree y no tema, mientras permanezca a su lado estará segura.
Ella se derrumbó, la habían reconocido.
No le quedaba otra que esperar para ver lo que el futuro le deparaba, ahora ella se maldecía de haberse permitido un Benson en la mañana aunque fuese sólo para demostrarse que todavía tenía habilidad y sangre fría para hacerlo.
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