La metieron de un empujón en el Citröen C4 y salieron de naja con las luces y las sirenas a todo trapo, tras ella quedaba la barriada de los Milagros con las viejas farolas comenzando a encenderse, las ropas tendida en los balcones y cierto niñato de la droga recostado contra la fachadas con el canuto en la boca y mirándose el último tatuaje en el brazo donde se podía leer Jessicamari. Pegó una fuerte bocanada a su joint y tras mirar a ambos lados de la calle y comprobar que los monos habían levantado el cerco levantó la mano izquierda, inmediatamente, algunas ancianas comenzaron a bajar y los habituales recogieron su producto para poder venderlo nuevamente en su imperio. Los coches comenzaron a circular por la barriada lentamente con las ventanillas bajadas y aquí no ha pasado nada.
La niña que quería ser peluquera ya apuntaba maneras desde los 4 años en que se bajaba aprovechando un descuido de su madre o de su tía, lo hacía dificultosamente bajando los dos pisos y se sentaba en el portal provista de tijeras y un peine, con los que arreglaba el pelo a todo aquel que se dejase. Andando el tiempo, en el instituto de Las Banderas, estudiaba Electricidad del Automóvil porque de no haber elegido esa especialidad, hubiese tenido que decantarse por Procesos Cárnico-Industriales, y si bien ninguno de ambos le interesaba, al menos el primero podía servirle cuando se le estropease el escúter de cuarta mano que tenía.
La niña sabía desde el primer minuto que salir de su barrio sólo era posible siendo una reputada peluquera para poder instalar su negocio fuera de su ciudad ¿Madrid quizás? Pero mientras tanto, debía aparentar aplomo y sonreír. Y así lo hizo, conocedora que la vida y la muerte valían poco en su barriada se hizo fuerte, caminaba entre los bloques de edificios con sus vaqueros comprados en el mercadillo de La Puntilla con dos tallas menos y su wonderbra del que no se separaba. Caminaba contoneándose muy lentamente por los corrillos de vendedores de hashish y otras sustancias, sabedora que era un premio apetecible únicamente para los vencedores. No perdonaría nunca jamás que el Sergio la hubiese dejado por la Trini, esa trapajosa chupapollas con su pelo rubio platino de tinte del malo, esa asquerosa de la que algún día se vengaría. En ésas su madre asomó la ventana desde la ventana de la cocina del tercer piso y gritó Jessicamari, ella no prestó atención hasta el tercer berrido que se escuchó en toda la calle: -Jessicamari hijadelagranputa o vienes ahora mismo o bajo y te arrastro de los pelos del coño. Se hizo el silencio, nadie se movía en Los Milagros, hasta ella sintió el latigazo de pavor. Sí, su madre era capaz de cumplir lo que decía. Contestó. -Sí omá, ahora voy.
-Sube ahora mismo shosho.
Y la niña que quería se peluquera apretada en sus pantalones vaqueros y su wonderbra subió los escalones de dos en dos porque se temía que algo grave estaba pasando.
-¿Qué pasa omá con tanto gritá joé?
-Como has terminao ya el instituto vete pa la pelu de la Sandra que te espera. ¡Y no me dejes con el culo al aire como siempre sohijadeputa!
-Ahora mismo voy omá.
Y allí estaba ella con la Sandra que le había dicho que se encargaría en principio de los lavados de las clientas y Jessicamari no cabía en sus pantalones de satisfacción.
-Entró una mujer de poco más de 40 años con el pelo teñido de rubio y estropajoso sonriendo. Sandra le preguntó que quería y ella respondió lavar y marcar.
-Pues ya sabes es tu primera, no me dejes en mal lugar.
La niña indicó a la mujer que se sentase de espaldas y reclinase su cabeza en el lavabo y con suavidad fue desenredando el pelo hasta dejarlo con un aspecto envidiable. Sandra la miraba de reojo y hacía gestos de aprobación, la niña valía para el negocio por tener las manos de oro, ganaría mucho dinero con ella en su pelu. La propia clienta mirándose en el espejo contrario no podía creerse que aquella muchacha tuviese esas cualidades y le dijo.
-Mira niña, me gustas mucho, de hoy en adelante y mi marido es el director de la Caja de Ahorros de Cádiz del barrio, nadie me arreglará el pelo excepto tú.
Jessica asintió sonriendo. -Tiene usted un pelo precioso. Y pensando para sí misma. Esta guarra tiene el pelo con la misma mierda que la Trini, se va a enterar.
-Listo señora, su pelo está lavado espero que le haya gustado y se volvió para Sandra.
-¿Qué te parece?
-Muy bien Jessi, muy bien.
-¿Y ahora qué hago?
-Márcala.
En ese momento Jessicamari se sacó las tijeras que siempre llevaba en el pantalón, las abrió y clavó en el pecho de la cliente un tatuaje salvaje que decía: Trini chupapollas. El resto ya pueden imaginárselo, los gritos, la sangre, el pavor de las otras mujeres presentes en la peluquería, Jessicamari riendo con las tijeras ensangrentadas en la mano y los ojos desencajados repitiendo: ¡Te lo advertí Trini, te lo advertí nadie le roba a JessicaMari de los Milagros!
Tuvieron que ser cuatro efectivos de la Policía Nacional quienes redujesen a la niña que quiso ser peluquera, los mismos que de un empujón la metieron en el Citröen C4 y salieron de naja con la sirena a toda velocidad hasta la comisaría. Mientras en la barriada las viejas farolas comenzaban a encenderse.
-Sube ahora mismo shosho.
Y la niña que quería se peluquera apretada en sus pantalones vaqueros y su wonderbra subió los escalones de dos en dos porque se temía que algo grave estaba pasando.
-¿Qué pasa omá con tanto gritá joé?
-Como has terminao ya el instituto vete pa la pelu de la Sandra que te espera. ¡Y no me dejes con el culo al aire como siempre sohijadeputa!
-Ahora mismo voy omá.
Y allí estaba ella con la Sandra que le había dicho que se encargaría en principio de los lavados de las clientas y Jessicamari no cabía en sus pantalones de satisfacción.
-Entró una mujer de poco más de 40 años con el pelo teñido de rubio y estropajoso sonriendo. Sandra le preguntó que quería y ella respondió lavar y marcar.
-Pues ya sabes es tu primera, no me dejes en mal lugar.
La niña indicó a la mujer que se sentase de espaldas y reclinase su cabeza en el lavabo y con suavidad fue desenredando el pelo hasta dejarlo con un aspecto envidiable. Sandra la miraba de reojo y hacía gestos de aprobación, la niña valía para el negocio por tener las manos de oro, ganaría mucho dinero con ella en su pelu. La propia clienta mirándose en el espejo contrario no podía creerse que aquella muchacha tuviese esas cualidades y le dijo.
-Mira niña, me gustas mucho, de hoy en adelante y mi marido es el director de la Caja de Ahorros de Cádiz del barrio, nadie me arreglará el pelo excepto tú.
Jessica asintió sonriendo. -Tiene usted un pelo precioso. Y pensando para sí misma. Esta guarra tiene el pelo con la misma mierda que la Trini, se va a enterar.
-Listo señora, su pelo está lavado espero que le haya gustado y se volvió para Sandra.
-¿Qué te parece?
-Muy bien Jessi, muy bien.
-¿Y ahora qué hago?
-Márcala.
En ese momento Jessicamari se sacó las tijeras que siempre llevaba en el pantalón, las abrió y clavó en el pecho de la cliente un tatuaje salvaje que decía: Trini chupapollas. El resto ya pueden imaginárselo, los gritos, la sangre, el pavor de las otras mujeres presentes en la peluquería, Jessicamari riendo con las tijeras ensangrentadas en la mano y los ojos desencajados repitiendo: ¡Te lo advertí Trini, te lo advertí nadie le roba a JessicaMari de los Milagros!
Tuvieron que ser cuatro efectivos de la Policía Nacional quienes redujesen a la niña que quiso ser peluquera, los mismos que de un empujón la metieron en el Citröen C4 y salieron de naja con la sirena a toda velocidad hasta la comisaría. Mientras en la barriada las viejas farolas comenzaban a encenderse.
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