El catador tras comprobar que el Ritz de Madrid podía compararse con cualquier hotelito decente de Manhattan, eligió su pantalón a grandes cuadros, se decidió por el elástico que solía usar cuando jugaba a golf. Lo descolgó y se lo puso, consideró que un toque casual le vendría bien cuando entrase en el comedor a cenar.
Cuando Peggy lo vio aparecer bajo el dintel del lobby, no pudo más que escudarse tras la voluminosa carta del menú ni ocultar una sonrisa. Este hombre no aprenderá nunca –se dijo-, en Idaho nadie se atrevería a ponerse traje y no cubrirse con una gorrita.
El americano, muy lentamente, trató de ubicarse en aquel grandioso salón, reconoció haber minusvalorado el establecimiento hotelero. Y en ello, fue a fijarse en una bella mujer que bebía un Dry Campari, vestida de blanco y recostada sobre el mostrador. El camarero parecía conocerla bien.
Seguro que es ella –dijo Robert Mc Parker, Jr. Y hacia ella dirigió sus pasos. La abordó abruptamente: Oye tú ¿eres la chica que envía la compañía? Lamarmar se volvió muy lentamente sin dejar de sonreír al camarero y asintió bajando los ojos. De dónde habrá salido este fantoche. Su traje dejaba entrever buenas tetas que ella no trataba de ocultar en ningún momento, al fin y al cabo eran el mejor escaparate de su negocio.
Dedicado a Lamarmar
Dedicado a Lamarmar
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