Cuando entré ayer por la tarde en el bazar chino de una ciudad cercana -que por cierto olía exactamente igual al que está frente a mi casa-. Ya es tino copiar el olor con una exactitud del 99%
No he dicho que entré allí para comprar adornos de Navidad porque como buen sureño de la bahía, no le prestamos el menor valor a esta fiesta, considerada como la más importante con diferencia, teniendo en cuenta que se entra en ella con dos pagas y se sale tirando de la tarjeta Visa, la que provoca infartos y alergias de tanto conservantes y papeles de regalos impresos con pinturas tóxicas. Pero claro, luego llegan mis amigos que son muy cotillas y me dicen que soy un soso y nunca pongo arbolito ni Belén y este año quería arrasar.
Paseé por los pasillos que estaban tan mal colocados como el bazar que está frente a casa ¿será del mismo dueño me pregunté? Al parecer no era así, porque el conocido tiene un Mercedes 500 y el que estaba recorriendo era una señora, china claro está, que por cierto tenía también un Mercedes 500 gris metalizado los dos, luego tanta similaridad probaba que no eran de la misma propiedad, aunque podía ser su mujer o su hija o su nuera o su madre o su prima. No seguí pensando en parentescos. Miré para ver dónde estaban las cámaras de seguridad, porque mi intención además de comprar las chuminás de Navidad, era compra un cúter que me hacía falta y que lo regalaran como cortesía china. Como comprobé que no las había, lo localicé primero y luego en ejercicio autónomo de precisión Houdini se alojó en la manga.
Cuando estaba mirando las bolas me quedé estupefacto, había de todo menos bolas: Papá Noeles, Santa Clauses, Reyes Magos, Reyes Magas, San Nicolases que escalan muro y San Nicolases que escalan balcones, los había de 10 cm, también los tenían de 15, 25 y 50 centímetros y otro muy grande de metro y medio de altura. Me gustó el de metro y medio porque me recordaba a un vecino que tuve en la calle de San Bartolomé y miré el precio, pues no era caro sólo 45€, lo puse en el minicarrito del chino, supongo que esos carritos los fabrican en China para que jueguen los niños porque son incomodísimos y además no cabe ná. El San Nicolás escalabalcones no cabía, lo puse con la cabeza boca abajo y así conseguí que no se me fuera cayendo. No se me cayó, pero sí empujaba y tiraba todo lo que se encontraba a la alturas de las botas coloradas de las estanterías por donde iba pasando, me puse como un tomate, qué vergüenza estaba pasando, todos me miraban con el escalabalcones con la cabeza clavada en el carro y los niños señalándome con la mano. -¡Mamá, mamá! Mira ese hombre, ha puesto boca abajo al muñeco de Navidad, qué tonto. Me espetó un niño que no levantaba 3 palmos. -Tonto tú niño, qué poca vergüenza tienes y menos educación. -Oiga usted, me dijo la madre, a mi ni niño ni toserle. -Señora. Le contesté, a los monos no se les presta atención, que son también criaturitas de Dios. -¡Viejo, feo, cállese! En ese momento llegó la china, la del Mercedes 500 y me dijo: -Oiga usté, ninio habla tontelía, mi calla polque mi vende adolno Navidá bonito chino, usté no hablá cosa fea ninio. Lógicamente me tuve que defender y decirle que yo no me había dirigido al niñato para nada, ni a su madre, que por cierto, se había puesto el pelo recogido en la cabeza muy apretado, tanto que parecía una lámpara de aceite de Aladino.
Un poco enfadado, me dirigí al mostrador para pagar, esperé a un par de clientes que estaban antes que yo y traté infructuosamente de sacar a San Nicolás del minicarrito, imposible, podía tirar con mala leche pero lo degollaba seguro y no era plan. La china llamó a gritos a su niño pequeño que estaba haciendo los deberes y coloreando una mariposa en un cuaderno de Rubio, sentado en el suelo por dentro del mostrador. Le gritó una cosa interminable y rarísima, con una contundencia y ojos inyectados en sangre que me acojoné. ¡Vaya con la china el carácter que tenía como para quitarle el aparcamiento a su Mercedes! El niño saltó como un resorte, abrió un cajón y tomó dos extrañas herramientas, se escurrió por debajo del mostrador y me desmontó hasta las ruedas del minicarrito en un pispas, en menos tiempo que que se persigna un cura loco y puso a San Nicolás sobre el mostrador sin el menor daño, se escurrió de nuevo, para seguir haciendo deberes tirado en el suelo de baldosas blancas muy mal colocadas.
-Son 46 eulos.
-¿Cómo 46 si pone aquí 45€?
-San Nicolás 45 eulos y el cútel lojo sin cuchilla tu manga 1 eulo, total 46 eulos. -Me quedé blanco, le pasé el billete de 50 y salí huyendo para la furgoneta. ¡Coño la china que tiene ojos águila y carácter heredado de Hitler! Ni el Mosad tiene un servicio de espionaje mejor.
-¿Cómo 46 si pone aquí 45€?
-San Nicolás 45 eulos y el cútel lojo sin cuchilla tu manga 1 eulo, total 46 eulos. -Me quedé blanco, le pasé el billete de 50 y salí huyendo para la furgoneta. ¡Coño la china que tiene ojos águila y carácter heredado de Hitler! Ni el Mosad tiene un servicio de espionaje mejor.
Cuando llegué a casa y saqué a San Nicolás escalabalcones, me di cuenta que vivo en un bajo y se me saltaron las lágrimas, confieso que lloré, cuando me las enjugaba lo supe todo: el olor de los chinos son unos polvos que echan en el aire para que aparezcan los artículos y los precios en nuestra cara y puedan cobrarnos.
¿Y ahora qué hago con San Nicolás escalabalcones si a mi no me gusta la Navidad?