Hace 14 años no distinguía una higuera de una retama, mientras que ahora cuando paseo voy mirando las copas de los árboles desde la acera y recito: olivo, membrillo, mandarino, naranjo, limonero, araucaria, almendro, ciruelo, ficus, granado y así de uno en uno. Del mismo modo, entre la fauna no pasaba de animales grandes y pequeños, entre los últimos estaban las ranas y los escarabajos, las cañaillas y los muergos. Cuando me comía un membrillo no sabía que se trataba de una cydonia oblonga y cuando en otoño las granadas señoreaban los huertos y los patios, que las púnica granate están a punto de comerse.
Cuando salgo al jardín voy descubriendo sin saberlo todo un mundo que ha permanecido oculto para mi durante demasiado tiempo. ¿Quién me iba a decir que al encontrarme con una culebra bastarda de casi dos metros no iba a salir gritando despavorido? Pues no lo hice así, entré con mucho cuidado busqué mi cámara y la fotografié, no era la primera vez que ella nos visitaba, alerté a los perros que no se molesta a la hermana culebra porque cumple también un papel fundamental en nuestro ecosistema, los perros lo comprendieron perfectamente.
¿Por qué será que nos cuesta tanto a los humanos?
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