He salido a caminar con el perro como vengo haciendo desde hace bastante tiempo, exactamente desde que me operaron de corazón, en ocasiones es mayor el trayecto unos días que otros, no siempre andamos por los mismos lugares, debido a ello, uno va reconociendo a quienes circulan en bici, hacen deporte, montan en patinete o simplemente se limitan a andar por las aceras y los parques.
Hoy cuando han dado las ocho de la tarde, hemos salido a caminar y por arte de birlibirloque se han multiplicado por 10 o por 30 los deportistas de mi ciudad, los ciclistas parecen que han engrasado sus bicis abandonadas en los balcones y se han tirado a la calle como si no hubiese un mañana, otro tanto les está pasando a los corredores.
A punto de terminar nuestra caminata, he visto a un hombre de unos 50 años equipado con ropa deportiva resoplando, con la cara encendida -posiblemente debido a un sobreesfuerzo-, he estado a punto de decirle que se parase y buscara un banco para descansar, porque evidentemente se había pasado con su entrenamiento pero me he contenido. Me he contenido porque quienes no desean aprender no aprenderán nunca: allá ellos.
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