Los planeamientos urbanísticos se han impuesto como la mejor de las medidas para el desarrollo armónico de las ciudades, creo no exagerar si afirmo que en la mayoría de los casos han resuelto las carencias y diseñado las estrategias de crecimiento desde la racionalización, resolviendo las problemáticas que por una u otra razón nunca se acometieron, desarrollando normas de actuación para el urbanismo actual y estableciendo directrices hacia dónde debe dirigirse el crecimiento y cómo.
En 2012 tras todo un camino del desierto se aprobó el PGOU del Puerto. Se equivocan quienes piensan que el planeamiento es una norma única y exclusiva de arquitectos, ingenieros, urbanistas y el ayuntamiento, planeamiento es sinónimo de armonización de la ciudad y ésta es de la gente, de los vecinos, de quienes viven en ella o transita esporádicamente, también a éstos le afecta la norma. Quizás sea esta circunstancia la causa principal del evidente fracaso del PGOU en vigor, ningún colectivo se cree la norma, ningún grupo lo siente propio y lo que es peor, el propio ayuntamiento bucea entre los folios con una pinza en la nariz, si a ello le sumamos los desgraciados episodios protagonizados por concejales de urbanismo de anteriores corporaciones que acabaron en los juzgados, todo ha contribuido para que –desde mi humilde punto de vista- los funcionarios buceen en la norma siempre con guantes para no mancharse y presuntamente acabar nuevamente en los juzgados como algunos conocidos predecesores.
Hay que reconocer que fueron los ecologistas quienes pusieron el dedo en la llaga del planeamiento en tres aspectos fundamentales: expectativas de crecimiento poblacional; financiación y carencia de impacto ambiental del documento, lo airearon, lo corearon, lo protestaron y nadie les hizo caso, hoy el planeamiento descansa bajo el polvo del Tribunal Supremo y si ya entonces, sin cortapisas legales la cosa iba mal, ahora que tenemos una Espada de Damocles sobre la ciudad podemos imaginar cómo nos va.
Partíamos de una ciudad costera que había sido diseñada con bastante acierto en el siglo XVIII, amplia, bien dibujada de calles, hermosas, río navegable, comunicaciones no excelentes pero bastante dignas, una población en torno a las 85,000 personas que podían hasta duplicarse en las temporadas de verano. En cuanto a financiación se había hecho poco, pero justo es reconocer que el alcalde Moresco, en dos ocasiones se había comprometido públicamente para que fuese el propio ayuntamiento garante de los préstamos que la ciudad necesita para resolver el conflicto de las ARGs, compromiso que posteriormente los alcaldes Moresco, Gago, Candón, De la Encina y Beardo no han asumido, luego 8 años después no se ha aprobado ni un solo documento de regularización y urbanización, a pesar del interés y del esfuerzo económico de los vecinos de más 40 núcleos diseminados y casi 5.000 edificaciones aisladas, el resultado es descorazonador.
En cuanto a la expectativa de crecimiento que el urbanista encargado cifraba en torno a los 140.000 habitantes también ha errado estrepitosamente, la ciudad sólo ha crecido desde entonces menos de 3.000 vecinos. Una proyección demográfica imposible de hacerla peor.
En cuanto al impacto ambiental es el motivo por el que está en el TS.
El centro urbano tradicional se cae a pedazos, aquí y allá están las casas cerradas y dentro arruinadas con sus propietarios que no desean quedárselas, los comerciantes que no consiguen crear negocios en ellas y que una vez se terminan las actividades municipales y bancarias se abandonan y quedan desiertas hasta el siguiente día laborable. El centro se ha desplazado hacia la avenida del Ejército.
El río –a pesar de haberse construido la pasarela- sigue esperando el puente que conecte la ciudad con Valdelagrana, anunciado tantas veces y abandonado siempre. La actividad comercial es nula y la pesquera cada vez es más limitada.
De los proyectos de aparcamientos mejor no hablar, el que pretendía dinamizar la Plaza de Toros se abandonó y además nos costó el dinero a los vecinos, del que está a la entrada de la ciudad por la estación dormita año tras año y ahí está.
Existía un proyecto interesante en el Campo de Guía, las bodegas para entendernos, que ocupa una gran parcela de la ciudad desde la plaza de toros, calle de los Moros, Ribera del Río y Valdés. Las firmas bodegueras retiraron su industria de allí, hablo de Bodegas Cuvillo, Osborne, 501, Domecq y Gómez y sus edificios dormitan, las expectativas de remodelación de tales edificaciones dudo que nadie pueda darles actualmente una salida.
No he entrado en el asunto de los hoteles porque supongo que en ese aspecto no existen grandes complicaciones, me he limitado a reseñar que el PGOU no es de los arquitectos y el ayuntamiento sino de todos los vecinos y si éstos no están implicados, dudo que urbanista alguno pueda dibujar un documento viable. Evidentemente existen otros muchos asuntos que toca el PGOU que son candentes como las viviendas situadas junto al cementerio que muestran un aspecto de película de Fellini, infraviviendas que son denunciadas una y otra vez sin descanso por la PAH Plataforma antidesahucios, el barrio alto absolutamente abandonado a su suerte y cualquier otro aspecto que el lector pueda añadir. Inicio el debate.
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