viernes, 20 de enero de 2012

LA INTERVENCIÓN

LA INTERVENCIÓN

¿Ha llegado ya el jefe? -Pregunta muy nervioso el residente. Alguien contesta que sí. ¿Sí? –Vuelve a hacerlo. Por favor que alguien me informe. –Ha sonreído. –Dice una guapa chica, si bien solo se le puede ver los ojos, en aquella mesa de operaciones todos están pulcramente vestidos con batas, gorros, pantuflas, etc. Debéis comprenderme es mi debut. Todos asienten con la cabeza.

¿Y el cuerpo? –Ahora mismo entra, lo están atemperando en la antesala. No te preocupes, todos estamos contigo, lo harás muy bien. ¿Tú crees, de verdad lo pensáis así, no me engañáis? Yo me quiero ir, no aguanto tanta presión. El anestesista que está sentado, le aprieta fuertemente su rodilla derecha. –No te irás, sólo se me ha escapado uno y no serás el siguiente, antes te pongo la anestesia a ti.

-Gracias, muchas gracias. Nunca pensé que llegaría este momento, qué pensará ahora mi abuela de mi. Ella que siempre decía: este niño tiene mano, este niño mano. Pobre abuela no ha vivido para disfrutar de este momento.

¡Silencio que llega el jefe! Hace su aparición en la sala, escruta cada lugar de ella y mira fijamente a los ojos a todos los presentes, se coloca junto al residente y da la orden. –Que alguien prenda los mecheros Bunsen y lo ponga a 265,8 grados, quiero ver el pirómetro en todo momento, ni una décima puede variar. La joven guapa, la de los ojos tan bonitos hace una inclinación de cabeza que es entendida por todos, con profesionalidad coloca la plancha de titanio sobre la zona calorífica. Todos comienzan a sudar.

Entra el producto. El residente toma unas pinzas y coloca el entrecot sobre plancha en la que previamente ha vertido 23 mililitros de aceite puro de oliva virgen extra. El pirómetro líquido comienza a subir, la temperatura de los Bunsen es estable. El jefe mira al residente y éste solicita permiso siendo aceptado.

-Teniendo en cuenta la textura lo dejaré 7 minutos y 41 segundos. El jefe asiente. Transcurre el tiempo. Mientras el tanto el residente pide que se prenda el mechero de nitrógeno líquido almacenado a -69ºC. Ahora en este momento doy la vuelta. Por favor que alguien me seque el sudor. La chica lo hace encantada. Para con un ágil movimiento de muñeca despegar el producto convertido ya en manjar de una sola vez y soasado al dente. Aplicar nitrógeno sobre la cara recién intervenida y espolvorear ajos finamente picados, tomillo, albahaca y sal. Retira y emplata. Todos aplauden, incluso el jefe de cocina y éste dice: -Para que luego digan que España no está a la cabeza del I+D+I.

domingo, 15 de enero de 2012

LO QUE PODÍA HABER SIDO Y NO FUE

LO QUE PODÍA HABER SIDO Y QUIZÁS FUE:



Se levantó muy temprano, se aseó escrupulosamente y se vistió con ropa limpísima e inmaculadamente planchada por él. Salió a la calle y andando, aunque le cogía lejos, se dirigió hacia la terminal marítima para embarcarse en el catamarán hasta Cádiz.

LLegó a la Delegación de Empleo tan temprano que ni las puertas estaban abiertas, se cobijó del relente y del frío bajo un balcón y se colocó bien la bufanda, abrió la bolsa de cartón del Corte Inglés donde ella le había regalado una camisa en reyes y sacó los papeles, los leyó cuidadosamente, asintió, volvió a colocarlos con la misma precisión en el portadocumentos plástico más chulo que había comprado en HIVA, lo miró con ilusión. 



Hora y cuarto más tarde, le decía con ingenuidad a la funcionaria que pretendía entregar su C.V. al señor delegado provincial, hacía casi 3 años que permanecía en paro y estaba desesperado. Ella lo miró y comentó a su compañera: -Nuria este señor me pide que hable con el delegado para entregarle en mano su C.V. ¿qué hago? Nuria dijo sin levantar la cabeza: -Lo comprendemos perfectamente pero como su caso tenemos en Cádiz más de 180,000 personas, el delegado no lo recibirá.

Se volvió caminando lentamente, miraba el suelo de las calles y las juntas de las losas procurando no pisarlas, recordaba ese juego de Jack Nicholson en la película Mejor Imposible y siguió caminando, hasta que se encontró otra vez en la estación marítima. Adquirió su billete para el Puerto, embarcó y se fue a popa, estuvo mirando los muelles de la dársena y en ella, atracados también, dos cruceros. Arrancó el catamarán e instantes después soltaron amarras.
Alguien dijo haber visto a una persona saltar de la popa mientras decía: ¡Tengo un gran currículum vitae! Pero no acertaba a recordar su cara que estaba semicubierta con una bufanda.