miércoles, 29 de marzo de 2017

LOS CHEVROLETS DE LA CIA

Estoy muy preocupado desde que he enterado que todo lo que escribimos en internet permanece para siempre, nada puede eliminarse definitivamente, nuestras informaciones son conocidas por algunos en las distintas aplicaciones informáticas y luego éstas se complican y alojan en servidores lejanos que desconocemos siendo criptografiadas y almacenadas eternamente.

Al principio no presté mucha importancia, incluso puse algún post irónico tratando de hacer un chiste sobre el asunto, pero ahora en frío, me está recorriendo todo el cuerpo una sensación de pavor ¿preguntaréis por qué? Estoy desolado debido que en mala hora -el ocio es el padre de todos los vicios y yo estoy prejubilado-, se me ocurrió escribir sobre Donald Trump. Como yo leo habitualmente un par de periódicos extranjeros, uno británico The Guardian, para enterarme de las cosas que se están cociendo y la prensa española no recoge y The New York Times americano, de los Estados Unidos que son, como nuestro padre putativo, todo lo que ocurra allí si es bueno se quedará en América y si es malo nos lo comeremos nosotros. Así que me enteré que un tipo muy estrafalario se presentaba por el Partido Republicano para la primarias. Tenía información de primera mano por mi hijo y su amigo que son técnicos en comunicación política internacional 2.0, quienes tras finalizar con muy buenas notas su Master se presentaron a un Certamen Internacional que ganaron. Ellos apostaron por el Gobernador de New Jersey Chris Christie, por haber sabido ganarse a la mayoría minoritaria hispana con sus discursos de integración, algo que normalmente no realizan los candidatos a la presidencia norteamericana. Bueno, todo esto me hizo pensar que Donald Trump era un personaje tan excéntrico que podía ganar las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos, nadie me hacía caso lógicamente, pero yo insistía argumentando que existía un precedente en Ronald Reagan, actor de segunda categoría de westerns malísimos en el declive de éstos en Hollywood, promotor a la sazón del Escudo de Misiles en el que nadie creía y que ahora tenemos en nuestra propia ciudad en la Base Naval. Quienes lean esto quizá piensen que no entienden a que viene todo este prólogo pero trataré de explicarme: estoy desolado y lo estoy porque de cachondeo, tengo escrito casi 80 entregas de una novela llamada Catanita, inconclusa afortunadamente, donde la prota es una joven y bastante buenorra registradora de la propiedad de Onteniente, que se hartó de los legajos y se tiró al monte hasta convertirse en amante de Donald Trump, sin la más mínima vergüenza, a pecho descubierto: sólo y únicamente por la pasta. En mala hora me dio el punto de escribir Catanita y publicarla por Facebook, porque ya todos puedan leerla en Locos por Catanita, debido a que contra todo pronóstico, Trump ha ganado las elecciones y es ya el Presidente del primer país del mundo y no para de firmar decretos a cual más preocupantes, se ha cargado todos los avances sociales de Obama en materia de Seguridad Social, está deportando inmigrantes y lo último que ha hecho es negar el cambio climático. Lo dicho, estoy desolado porque más temprano que tarde espero a los hombres de negro de la CIA bajarse de sus potentes Chevrolet frente a mi casa, llamar al timbre y preguntarme: Are you Mr. Serrano, the one who wrote Catanita agaist the Presidente of the United States of America? Y no me quedará más remedio que reconocer mi autoría de algo que pretendía ser de cachondeo, pero ya se sabe como son esta gente del servicio secreto, de armas y estrategias saben mucho pero de humor están perdidos. Así que aquí estoy temblando mirando hacia la puerta del chalé cada vez que pasa un todoterreno y los latidos de mi corazón se aceleran, pensando que puedan ser ellos que vienen a detenerme para encerrarme en Guántanamo. ¡En mala hora se me ocurrió escribir sobre Catanita y Donald Trump! Como ya es inútil negar lo evidente abajo publico algunos capítulos que me encargara la Productora Venezolana de Culebrones y que por cierto no me han pagado.

AZUL DE METILENO EN EL AEROPUERTO

Lo chungo de estar llegando a viejo es que el pasado toma vida de nuevo y te invade en cualquier momento, así estaba leyendo el relato de Javier Parra de Santiago "Una meadita", cuando tomó vida lo que me aconteció en el Aeropuerto del Prat. Por entonces andaba yo malo de la uretra y era tan joven que algunos espejos se negaban a borrarme de su azogue, pero no andaba para muchas fiestas, había visitado el hospital del Puerto, propiedad de un famoso forense que se paseaba por ahí conduciendo Cadillacs de colores pastel,.

Quemado de verme hacinado allí, pasé a Cádiz donde un joven urólogo me recomendó que viajase a Barcelona porque por aquí poco podían hacer por mi. Y eso hice, peregriné por las consultas de las eminencias catalanas, quienes tras enterarse de mi diagnóstico procuraban dejarme en otras manos. No nos arredramos y casi a mano armada de billetes convencimos a uno en buena hora, mientras tanto adelgazaba peligrosamente y barajé el quitarme de en medio y algún amago hice en ese sentido, que por esto o aquello no fructificó. Pero Barcelona es Barcelona, me estudiaron y operaron. Nací de nuevo y tras la convalecencia volví a la bahía.

Y en esas que andaba muy medicado leyendo la revista Poesía me entraron ganas de mear, sin recordar que uno de los medicamentos que tomaba era azul de metileno, un antiséptico que se usan en los laboratorios por su capacidad de teñirlo todo. Contento y feliz por mi operación, me dirigí a los baños de caballero que se ubicaban entrando en el gran hall del aeropuerto, justo al lado de una preciosa gran escultura móvil colgada del techo, al final del paramento derecho y casi pegada a las escaleras al primer piso. Tuve suerte, los operarios de la limpieza acababan de retirar el cartel de ocupado. Todo estaba inmaculado, a mi derecha seis urinarios de pared hasta el suelo de la mejor serie de Roca, a la izquierda los lavabos y al fondo, las cabinas de inodoros. Yo desbordaba alegría, podía mear y todo estaba tan limpio, me desabroché los botones de la bragueta, me la saqué, cerré los ojos y apreté los labios porque sabía que al principio notaba un picotazo muy desagradable fruto de la operación, pero como hubiese actuado el mismísimo Capitán Trueno, me dispuse a mear y meé a gusto. No sabía que mientras tanto habían entrado otro par de personas al lavabo, uno se colocó a un par de urinarios por mi izquierda y el otro, se estaba lavando las manos detrás mía, mirándose en el gran espejo que cubría toda la pared y donde podía verse a quienes orinábamos de espaldas. De pronto oí un gritó y abrí los ojos, el que gritaba era el que se lavaba las manos y me señalaba y luego otro grito, éste del hombre que meaba a mi lado. Yo no entendía nada, me quedé mudo, asustado, sin saber qué hacer, todavía con la minga fuera, me separé del urinario y trataba de comprender qué les pasaba. Me señalaban gritando y se marcharon huyendo. Volví la cabeza y lo comprendí todo, cuando meaba me había estado moviendo y la orina teñida de azul había manchado todo el paño y hasta yo mismo me asusté. Comencé a reírme, ya me daba lo mismo, posiblemente pensaran que se habían dado de cara con un extraterrestre que meaba azul.

No me extrañaría que uno de ellos fuese Eduardo Mendoza y de ahí sacara la idea para escribir Sin noticias de Gurb.

martes, 28 de marzo de 2017

-Continuación de los relatos lisboetas-

No me costó demasiado deshacerme del vendedor de jerséis de lana blanca y bastó cuando le dije que me había curtido en una familia que los tricotaba en una máquina de Industrias González. Me miró y preguntó incrédulo repitiendo ¿Tem certeza que é uma verdadeira Industrias Gonzalez? Y salió llorando tras abandonar las dos bolsas de ropa que traía. -No te pongas así coño. Le dije al muchacho negro deseando preguntarle si era de Angola, brasileño o de Chamartín, pero me contuve. Aguanté el momento melodramático. Julio Malo de Molina que estaba atento aunque aparentemente dibujaba muñecarros por el suelo adoquinado, agarró las dos bolsas y se las llevó al compañero, indicándole que su amigo estaba sufriendo un depresión post-parto. Volvió hasta nosotros y nos encaminamos a comprar los tiquets para Calcinhas. Ya a bordo, Javier Parra de Santiago preguntó si allí se comía bien y asentí con la cabeza pero insistía, de modo que dije: -El pescao está de puta madre, de eso estaba seguro y además asaban unos pollos que llaman frangos abiertos por la mitad sobre brasas en la calle. Esta información tranquilizó a nuestro amigo. Una vez que el ferry se arrimó a la escala prácticamente con un par de mínimos cabos, advertí que no tirasen los cartoncitos porque podíamos aprovecharlos de vuelta ya que nadie los comprobaba y nos podíamos ahorrar los dos euros del pasaje. Y allí estábamos en Calcinhas subiendo la cuesta, mirando Lisboa desde Levante con una vista inmejorable del Tajo y del Puente 25 de Abril, guiados por los olores de los pollos asándose en la calle, sardinas, brecas, sargos y borriquetes. -Esto huele pero que muy bien. -Dijo Javier, has dado con un filón. Pues cuando veas el precio te envicias que no veas, dicen que el espíritu del Marqués de Pombal se ha establecido por aquí y se niega a morirse. -Contesté tratando que no se me perdiese de vista Julio y cuando me lo encontré, estaba dibujando las piernas de una mulata que se había descalzado.

ME ARRANQUÉ Y ESCRIBÍ EN LA TABLET

Podríamos haber estado escribiendo un relato Javier Parra de Santiago, Julio Malo de Molina y yo, sentados en las escalinatas del muelle de las Alfandegas Reais en Lisboa, anotando en la tablet y viendo acercarse y zarpar a los ferris para Calcinhas y Montijo, mientras Julio bosquejaba algo entre los adoquines con una tiza que había encontrado en cualquier parte. No demasiado lejos, dos negros, posiblemente angoleños o brasileños o puede incluso que de Chamartín, eso no lo sabrá nunca nadie, vendían jerséis de lana blanca y basta a los turistas que los miraban y remiraban, preguntaban los precios, los sacudían, negando con la cabeza. Así que en un momento dado quizás dije por qué no lo escribíamos sobre el urbanismo del Marqués de Pombal, ya que estamos aquí. Se hizo un silencio masticable, qué digo masticable, auténticos Damel de los que sólo se compraban los domingos. Julio intentó hablar pero Javier se adelantó para decir: ¿pero tú quieres hundirle la carrera a nuestro amigo y que lo expulsen del partido? -Para seguir recostado contra las escaleras y subir un poco la pierna, porque entre entrada y salida de los ferries, se formaban olitas que me recordaban a las que hacen las madres con las manos para refrescar a sus bebés en las piscinas de plástico bajo el Balneario. -¿El Marqués de Pombal dices? -Intervino Julio, no me desagradaría que el relato fuese por ese rumbo -sabido es que tiene aficiones mareales- y de berberías hubiese añadido yo. Me arranqué y escribí en la tablet que aquella mañana un maremoto (todavía no se había inventado la palabra tsunami), entraría por la desembocadura del río Tejo, que es como llaman los lusos a nuestro humilde Tajo, y asolaría lo que luego fuera la Gran Praza del Comércio, destruyendo y arrasándolo todo, los gritos de espanto fueron acallados por el derrumbe de los edificios y el propio estrépito del fenómeno. Igualmente ocurría ese mismo instante en Agadir, Cádiz y El Puerto... Y en ese momento preciso, quizás interrumpiera el negro que nunca sabremos si era angoleño, brasileño o de Chamartín, ofreciéndonos comprar unos de sus jerséis de lana blanca y basta.

domingo, 12 de marzo de 2017

CARTA A BURKINA FASSO

Queridos papá y mamá, espero que os encontréis bien al recibo de ésta, yo bien gracias a Dios. Aquí estamos mu bien, el viaje en patera una delicia, el patrón encantador aunque el asiento algo duro porque me tocó tapa regala y de vez en cuando, me daba el oleaje un refrescón. En cuanto divisamos la playa de Cortadura cantamos el Himno a la Alegría de Beethoven aprovechando que venía con nosotros una contralto de la Ópera de Milán, nos salió estupendamente y sin ensayar, la música únicamente de percusión con los remos, pero preciosa. Llegando a la playa nos estaban esperando -qué atentos, qué oportunos y qué profesionales- un grupo de tres camionetas todo terreno de la Benemérita y una furgoneta de la Cruz Roja-, listos y con guantes nuevos. Nos repartieron mantas y nos llevaron al hotel... Y nada, como me la imaginé es Europa, aunque yo me he quedado en España porque me va bien. ¡Por cierto me he hecho emprendedor y os mando una foto del escaparate de mi negocio! Un beso para vosotros, para todos mi hermanos y la abuela Burumbé y ya os sigo informando por WhatsApp. Mbonka Kmumba

viernes, 10 de marzo de 2017

RELATOS INSENSATOS

Soy tan rojo que duermo en la parte izquierda de la cama. Soy tan rojo que cómo únicamente el lomo izquierdo de los besugos. Soy tan rojo que camino única y exclusivamente por las aceras de la izquierda. Soy tan rojo que debería operarme de cataratas de ambos ojos y no he permitido que me intervengan el derecho. Soy tan rojo que la cartera la llevo siempre en bolsillo trasero derecho de mis jeans Y soy tan rojo que cuando llevo más de 50 euros en la cartera procuro que me acompañe un guardaespaldas despechado de la infanta.

jueves, 9 de marzo de 2017

RELATOS DEL PP DE PAPÁ DONDE MANDA RAJUÁ

-¡Estoy rayada a mi boda no invitaré al Bigotes! -¿Y eso por qué Piluca? -Pues porque ha pagado las bodas de todas mis hermanas y se niega a hacerlo con la mía, dice que algo así no lo beneficiaría en su estrategia de defensa del caso Gürtel. -¡Jo Piluca, también es mala suerte chica!

martes, 7 de marzo de 2017

MICRORRELATO INSENSATO

Acababa de leer que todos tenemos una misión que cumplir en la vida, que estaba aquí por algo y para algo. Se quedó pensativo y buscó su teclado para escribir: no tengo la menor idea de la misión que supuestamente me han encomendado y lo que es peor, con lo tarde que es probablemente perderé el autobús.