sábado, 10 de octubre de 2020

DESFILES PATRIÓTICOS INFANTILES


Por mucho que me presionen me resisto a colocar la bandera en el balcón, y no paro de recibir comentarios incisivos, me da lo mismo, soy fuerte, no será porque no recuerde la letra de aquel himno que nos hacían cantar en los años 60 en Sevilla, evoco perfectamente los primeros versos: Ardor guerrero vibra en nuestras voces/ y de amor patrio henchido el corazón/ entonamos el himno sacrosanto/ del deber, de la patria y el honor./ ¡Honor! Y cuando ya estábamos enfervorecidos cantábamos también aquel otro que nadie entendía: Soy un hombre a quien la suerte/ hirió con zarpa de fiera/ soy un novio de la muerte/ que va a unirse en lazo fuerte/ con tal leal compañera.

Todos uniformados con los zapatos de ante y suela de tocino, desfilando frente al graderío en Chapina. No entendía nada, sólo era un niño de 11 años que sudaba desfilando hasta en pantalones cortos, y mi única preocupación era no perder el paso, elevar los brazos al unísono de mis compañeros y procurar -eso era muy importante-, no olvidarme de la letras de los himnos, si lo hacíamos bien nos aplaudirían al pasar frente a la tribuna del estadio de la capital sevillana. De hacerlo bien, suponía chocolate marrón y terroso para la merienda. A veces me preguntaba por qué teníamos que cantar que éramos hombres que íbamos a unirnos con la muerte, la leal compañera, si apenas habíamos aprendido a vivir, nadie me respondió nunca y por eso no quiero colocar la bandera en el balcón ya que me recuerda otra extraña canción que decía: Yo no maldigo mi suerte porque minero nací/ Y aunque me ronde la muerte no tengo miedo a morir./ No me da envidia el dinero porque de orgullo me llena/ ser el mejor barrenero de toda Sierra Morena/ de toda Sierra Morena. Qué manía con morirse tenían entonces nuestros mayores, lo mismo les daba que nos matásemos en la legión o que un mal barreno nos despatarrase en una mina.

-Tienes que que colocar la bandera en tu balcón. Me insisten y les contesto ¿por qué? Si te gusta cuélgala tú, pero déjame tranquilo que tengo preparado una cosa muy chula, la bandera del oso panda. La única bandera que tiene al osito más tierno, pequeño y simpático, que no hace daño a nadie y únicamente se alimenta de brotes de bambú. Pero a pesar de todo estoy gafado porque tampoco podré ondearla al viento en mi balcón, con lo mucho que me gusta, es una pena, es un contradiós, pero lo que no puede ser no puede ser, vivo en un bajo.

oooo00oooo

viernes, 2 de octubre de 2020

TUTORÍA EN EL COLE DEL BARRIO

El sol ilumina tímidamente la pizarra y el maestro advierte los churretes de tiza sobre ella, de modo que sin dudarlo se levanta para limpiarla antes que aparezcan los padres para la tutoría.
-¿Se puede? Preguntó una mujer que podría andar cercana a los cuarenta, viste una blusa blanca algo pasada de moda y vaqueros impecablemente planchados, el pelo recogido en un moño.
-Pase usted, supongo que se trata de la madre de Silvia, de mi alumna de tercer curso.
-Me tiene preocupada, le he pedido a la señora para la que trabajo permiso, no tengo mucho tiempo y me temo malas noticias ¿es así?
-Pues lamento mucho que lo sea. Mire ya sabe que nuestro barrio no es el mejor, convivimos con el desempleo, analfabetismo, drogas y lo que es peor la violencia se está también asentando es nuestras calles.
A Manuela le temblaban las manos escuchando y dos incipientes lágrimas asomaron en sus ojos
-¿En qué lío se ha metido mi hija? Estoy deshecha de preocupación, sé que pasa mucho tiempo sola debido a las muchas horas que trabajo de criada por muy poco dinero.
-El colegio tiene cámaras en las aulas señora.
-¡Mi hija trae buenas notas!
-Silvia es buena alumna, pone gran interés por aprender, pero...
-¿Pero qué ha hecho?
El profesor se pone muy serio, estornuda, se busca un pañuelo de papel, se entretiene con cualquier estrategia para no decirlo.
-Dígamelo. Implora.
-Los lápices, usted lo sabe.
-¿Lápices?
-Se lo mostraré. El maestro le muestra un vídeo donde aparece la niña afilando sus lápices de colores.
¿Lo ve?
-Dibuja mucho es buena niña, no tenemos ordenador ni móviles.
-Pues la psicopedagoga cree que es una prototerrorista, afila sus lápices ahora, pero en su mente le saca filo a unas catanas que serán sus armas futuras.
-¡No me lo puedo creer, es de locos!
-Créame señora la psicopedagogía es infalible, si lo dicen debemos creerlo.
Manuela se acerca a él para decirle.
-¿Tiene hijos?
-No.
-Lo sabía. Escúcheme con atención, mi hija es una niña normal, pero pobre, sin embargo usted es un psicópata, un canalla y un imbécil. Usted es un peligro para la sociedad, no me extrañaría que fuese un verdadero terrorista. Tras mirarlo de arriba abajo recogió su bolso y se marchó, pero al verse ya en el pasillo se volvió y desde la puerta gritó.
-¡Espero que esta misma tarde recoja sus cosas y no vuelva por aquí, y caso que lo haga, conocerá en propias carnes lo que es la violencia de mi barrio!
Sus zapatillas de mercadillo retumbaron como un estruendo buscando la salida, atrás el maestro permanecía derrengado sobre la silla de aquel minúsculo pupitre asustado sin saber qué hacer.
oooOooo