miércoles, 14 de septiembre de 2011

DONDE NADIE DECIDE


Donde nadie decide. Qué extraña frase para una pancarta frente a la entrada de un mercado de frutas, pensó Ripley. Posiblemente aquí, en Oriente Medio, la gente cansada y asustada de vivir entre explosiones de los misiles Jericho 3 y Kazam se han dado a la filosofía, cosas más raras se han visto.  Buscó su teléfono celular y tras mirar en la agenda, nunca recordaba los números o los confundía, llamó a Peggy. Dime Ripley, cómo está esa chica. Mejora –intervino. Pero el motivo de esta llamada es conocer el calendario de Parker, todo indica que posiblemente hoy la darán de alta. Peggy S. Stewart contesta. Pues te lo mando a tu Blackberry y así estáis al tanto. Gracias Peggy.
Donde nadie decide. Seguía dándole vueltas  a  dichosa frasecita, pero no era precisamente un agente de despacho sino de acción. Posiblemente otro ya lo habría resuelto.
En ese momento, entró el doctor en la habitación de Lamarmar Pons con algunos papeles bajo el brazo. Ripley siempre se había preguntado por la razón que en los hospitales las tablas de escribir fuesen metálicas y se lo preguntó al médico. Éste lo miró, para luego contestarle que no tenía la menor idea y que su visita era importante para la señora Pons.
Desde el punto de vista médico, señora, usted se recupera razonablemente bien. Nos llegó en muy lamentables condiciones que la policía estudia. Podría asegurar que su amnesia será pasajera pero no me pregunte cuándo será. ¿Cuándo será doctor? –Preguntó Ripley. ¡Le he dicho que no me lo preguntara! No tengo la menor idea y eso me cabrea bastante. Déjese de bromas. La señora ha protagonizado un episodio catártico, si bien este término quizás no sea el adecuado. Su amnesia es inducida por un hecho terrible, eso sí lo sabemos.



¿Podré abandonar el hospital? Lamarmar se incorpora y juega con el mando eléctrico de su cama articulada, quizás lo único que uno añora de los hospitales, poder doblar los colchones a voluntad. Sí –El doctor estaba nervioso. De hecho he dejado su alta sin firmar en el puesto de control de enfermería. Pregunte allí por Azucena Lilac, ella le informará de las pautas a seguir. Le ruego señora que no se someta a fuertes emociones. De su amnesia se sabe muy poco. Muy poco. Y tras ello se volvió apesadumbrado.




¡Ya lo tengo! -¿Cómo? Interpeló Lamarmar, qué dices. Lo tengo, ya he desentrañado  el enigma de la frase. -¿Qué frase es ésa? –Donde nadie decide. Estaba ofuscado y es un simple acróstico DND. Me estoy haciendo viejo para este oficio, menos mal que en el cine ya me interpreta el gran Morgan Freeman.

PEGGY









A veces lo mejor es dormir las cosas y ya se arreglarán por sí solas, se dijo Ripley de pie ante la ventana, mirando los autos que circulaban por la avenida. Es inútil que especule sobre si Lamarmar ha desvelado la naturaleza de nuestra operación, lo cierto, es que efectivamente sufre un ataque de amnesia y ante eso poco se puede hacer.

Peggy empujaba la esponja con el pie en el jacuzzi y se reía. Las cosas le iban muy bien. Agente detectado, agente eliminado y  tanto Ripley como Lamarmar lo estaban. Se reía y tenía motivos para ello. Nadie desconfiaba de la chica tonta americana, bien se había preocupado en crearse ese papel, una apariencia que la dejaba operar sin preocupación alguna. Parker es un presuntuoso. –Se dijo. Sus viajes me permiten hacer mi trabajo sin preocupaciones. Qué paradoja, un grupo de cuatro personas y tres de ellas agentes.



Acababan de llegar de Beirut y tras aterrizar en la populosa y abigarrada ciudad de El Cairo, ya estaba en el baño. Antes se había depilado completamente. Le venía bien esta moda ya que servía para que una vez puesto un sombrero no quedasen pelos suyos que pudiesen ser identificados. Me toman por tonta y disfruto con el sexo como una posesa. Quién podría decir que Peggy S. Stewart, la chica rellenita de Meadows en Idaho, una cateta criada entre montañas, viajaría por todo el mundo y mantendría en jaque nada menos que a la CIA.  Y la lista, la mujer de mundo que no se amilanaba ante nada, sí, Lamarmar, sobre una cama en un hospital de Beirut con un ataque de amnesia.

 Tenía motivos para abrir la botella de Don Perignon Oenothèque 1976 y beber desnuda en el jacuzzi, claro que tenía motivos, los tenía todos.


Dentro de unos minutos, otro joven vendría a someterse a sus deseos.

AMNESIA LACUNAR



¿Qué le ocurre doctor? Pues esta señora sufre un episodio de amnesia lacunar. ¿Cómo? En lenguaje médico, podríamos decir que nos enfrentamos a la manifiesta imposibilidad de recordar conceptos o experiencias correspondientes a un determinado periodo de tiempo, aunque pueden rememorarse acontecimientos preliminares y ulteriores a ese lapso de tiempo. Comprendo perfectamente que entender algo tan complejo le resulte chocante. Está claro que la paciente desea olvidar un suceso traumatizante o que le provocó pánico. No sabemos mucho más. Nos sorprende también en las circunstancias extremas en las que llegó a este hospital, pérdida de conciencia, sudoración extrema, falta de higiene y carencia de documentos. Según refiere el parte de ingreso cumplimentado por el enfermero de guardia en el aeropuerto Rafic Hariri, fue trasladada de un habitación donde había estado sometida a una fuente de calor extrema, esa circunstancia quizás haya sido determinante para posibilitar o desencadenar la enfermedad que ahora diagnosticamos.

¿Significa eso que esta mujer recordará hasta el momento de su amnesia y hechos posteriores, de ahora mismo pero, muy posiblemente, le será complicado evocar los hechos que le han producido su amnesia? -Efectivamente, lo ha entendido usted muy bien teniente. Haruk se tranquilizó al oír las palabras del psicólogo, eso les eximía de todo cargo y, sobre todo, no lo enfrentaba con su jefe, quién una vez más burlaba las convenciones de transporte aéreo internacional. A los malvados les salen las cosas muy bien, tienen la suerte de cara y de paso, a él mismo también.



Ripley permanecía sentado junto a la cama de Lamarmar Pons que descansaba tras habérsele inyectado un fuerte somnífero. A continuación de comprobar que todo estaba bien, se levantó para dirigirse al pasillos de las máquinas expendedoras y sacar de éstas un sándwich de pollo y un café solo. No quería dormirse. Beirut se había vuelto muy peligroso. Nadie le daba explicaciones razonables para que su compañera hubiese llegado al hospital en tan lamentables condiciones, indudablemente había sido torturada, ahora lo importante era conocer cuanto antes lo que había confesado.



Mr. Parker y Peggy habían viajado por avión a Jerusalém vía El Cairo y ellos, mientras ellos los acompañarían en cuanto la chica se repusiera.
Todo indicaba que Lamarmar lo habría revelado todo y el operativo estaba en conocimiento de agentes enemigos. Ante ello, no cabía otra solución que suspenderlo o modificarlo completamente, de modo que tenía toda la noche para decidir la decisión a tomar y, llevarla a cabo cuanto antes. Washington había localizado a la agente, gracias a la lectura criptográfica del parte de un enfermero. Tenía que interrogarlo rápidamente, antes que lo eliminara el enemigo. No obstante, algo le sonaba a raro del episodio, le parecía poco profesionales los métodos usados por la inteligencia libanesa, a cualquiera del oficio jamás se le hubiese ocurrido haber llamado a una ambulancia y quedar expuesto a ser descubierto. Algo fallaba, algo no olía bien, posiblemente se tratase de una nueva trampa. Debía conducirse con exquisito cuidado en los sucesivo.

lunes, 12 de septiembre de 2011

EL DESENLACE


Pues ya me dirá qué hacemos con la detenida señor comisario. No creo que pueda soportar mucho más tiempo la situación a la que se está viendo sometida,  allí no se puede respirar y el calor es abrasador. -El teniente del Cuerpo de Aduanas Haruk hablaba apoyado en la jamba de la puerta del despacho del comisario. Se le notaba muy preocupado y ello se traducía en la continua sudoración de sus manos. Creo que no estamos excediendo señor –Dijo finalmente. Para luego atreverse a pronunciar: no quiero ni pensar que pueda ocurrir un desenlace no deseado, he estado maquinando un juego del que ahora me doy cuenta su crueldad. La señora Pons en ningún momento se ha desdicho de sus palabras iniciales, siempre ha perseverado que ha viajado para asistir a una convención y que los salchichones se los ha pedido Margara. Esos embutidos son muy populares en Italia y España señor, los cristianos los consumen habitualmente e incluso puede ver los anuncios de esa marca concreta en TVE internacional, yo los he visto. El comisario lo interrumpió arrojando el bolígrafo sobre la mesa y una mirada incendiaria. –Ya está bien de cuestionar mis métodos teniente Haruk, no se lo consiento. En mi comisaría mando yo. ¿Se entera Haruk?

Lamarmar no podía resistir ni un instante más aquella sensación de agobio y falta de aire, el humo la abrasaba. El sudor le corría axilas abajo como un río, se había orinado varias veces encima y el pañuelo que le cubría los ojos también le enjugaba las lágrimas. Maldito, maldito, maldito Ripley.

Quizás tenga razón, sígame, volveremos a interrogar a la uruguaya por última vez. Una bofetada de calor y de humo los recibió. El teniente se puso muy nervioso cuando vio que Lamarmar Pons estaba desmayada en el suelo. –Que venga un médico inmediatamente, que no se nos muera o se nos caerá el pelo. Muy rápidamente, una ambulancia se acercó hasta allí y de ella bajaron el conductor y  un enfermero que la colocaron sobre una camilla y le introdujeron una vía de suero y oxígeno. El enfermero preguntó. ¿Qué está pasando aquí, qué hace ese bidón quemando maderas en una habitación de correos del aeropuerto? Informaré de esta grave irregularidad. ¿Conocen a esta mujer, quién le ha hecho esto?
Al comisario le temblaban las piernas y no acertaba a formular palabras. El teniente Haruk bajó la mirada. Fuera, los paramédicos corrían hacia el centro hospitalario más cercano haciendo sonar la sirena con gran escándalo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

EL INTERROGATORIO


Una no debería fiarse jamás de personas como ese taxista sinvergüenza y degenerado que me ha traído hasta este aeropuerto inmundo –pensaba Lamarmar. Qué hijo de puta, qué cabronazo. No puedo ni creerme en el lío que me he metido prestando atención a su cháchara de mierda. Y ahora cómo le explico yo al policía imbécil éste, que un salchichón es un salchichón y nada más que un salchichón, fiambre para lonchear y comérselo. Por no hablar de mi amiga Margara, que en mala hora me mandó un correo pidiéndome por favor que le trajese dos salchichones de Mercadona marca ElPOZO. Me veo sumida en una situación kafkiana, estoy aterrorizada, me han acusado de contrabando y estoy en Oriente Medio, aquí ningún occidental corriente vale nada y mucho menos una mujer, esta gente nos desprecia.

 Traigan a la detenida que vamos a proceder nuevamente a interrogarla. Supongo que no la habréis permitido que duerma ni tenga silla para sentarse. No señor, en todo momento se ha seguido las pautas que usted ha ordenado señor comisario –respondió su ayudante. Voy a por ella con su permiso. ¡Espere Haruk! Interrumpió el comisario. Mejor piense en algún ardid para que la mujer se derrumbe. Eso impresiona mucho a los occidentales y los ablanda. Rió maléficamente.

 Esposadas las manos atrás, Lamarmar Pons fue conducida con un pañuelo en los ojos hasta la parte trasera de un vehículo donde la trasladaron por espacio de unos 15 minutos, por lo incómodo, ella podría asegurar que se trataba de un vehículo militar Land Rover, hasta ser entregado a otras personas que la encerraron en lugar que no podía ver pero que era muy caluroso. Ella no sabía que en realidad no se habían movido del aeropuerto, aunque sí habían preparado la añagaza de subirla al viejo Land Rover del primo de la mujer del comisario. Como las instalaciones aeroportuarias eran ultramodernas y todas ellas estaban provistas de aire acondicionado, al ayudante, muy aficionado al género negro, se le había ocurrido usar un bidón vació de líquido anticongelante para los aviones y arrojar en él un par de pallets de madera para quemarlos, consiguiendo así un calor inmenso que la detenida sufría. Como todo estaba muy limpio, decidieron que el interrogatorio se produjera en todo momento con los ojos vendados, para que no descubriese la marrullería que se le preparaba.

 Bien señora, le recuerdo que está usted en una complicada situación. Sepa que al no haberse sellado su pasaporte de entrada en el Líbano, el gobierno de mi país no es responsable de usted en ningún momento, podríamos decir que se encuentra en ese extraño lugar al que los cristianos llaman limbo.

Usted no existe. Dígame nuevamente con qué intenciones ocultaba dos salchichones en su maleta facturada. Y dicho esto miró a su ayudante sonriendo irónicamente. A la pobre Lamarmar no le salía la voz, sudaba copiosamente y las esposas le hacía mucho daño en las muñecas. ¿No va a contestarme señora Pons? Le recuerdo que tenemos mucho tiempo. Dicho esto, ordenó a Haruk que echase más leña al bidón. El calor era agobiante. Pues mire señor policía… -¡Comisario, diríjase a mí como señor Comisario, la policía no es democrática señora y creo que ya lo está comprobando!

 Los salchichones me los ha pedido mi prima Margara. –Bien, ya parece que nos está dando los nombres de sus cómplices. Anote Haruk. El teniente Haruk siempre hablaba en hebreo, mientras el comisario lo hacía en inglés o español según le interesara. Margara. ¿Dónde podemos encontrar a Margara? ¿Sabe que para el pueblo hebreo todo alimento que no kosher es una provocación a nuestros ritos que no vamos a tolerar? ¿Creía que nos preocupaba que pudiese introducir sustancias psicotrópicas? Nuestros sofisticados sistemas de detección saltan precisamente en el momento en que las cosas son lo que parecen.


Tras untar con casi 3.000 dólares y 800 libras esterlinas a un par de policías, Ripley supo que Lamarmar se encontraba detenida en algún lugar del país. Así las cosas, se veía obligado a informar a la compañía de la situación y solicitar ayuda del consulado, de otra manera la operación habría fallado.

CONTRABANDO DE FIAMBRES


¿De esa chica qué? –Dijo Robert McDowell Parker, bien acomodado en el asiento trasero del flamante Jaguar XJ gris alquilado, mientras miraba con asco las calles de la que fuera no hace demasiado tiempo la Suiza de Oriente Medio. –Pues en cuanto lo deje a usted en su suite del Phoenicia Beirut, pasaré a buscarla al aeropuerto señor. Por mis cuentas debe aterrizar en poco más de una hora, creo que me dará tiempo, aquí los días son largos en esta época del año. A propósito, Sr. Parker, cuándo debo recoger a Peggy. –¿A Peggy dice? Déjela, esa pelirroja es como una gata en celo, dudo que esta noche vuelva al hotel Una mueca de sorna se dibujó en la cara de Ripley. Estaba preocupado por la pareja de ancianos que en todo momento estuvieron cerca del catador, pero sin abordarlo en ningún momento, cuando le habían dejado dos llamadas en las últimas tres horas, ese detalle le pareció muy extraño. En cuanto pudiera, revisaría todo lo que había hablado Parker en la recepción. 
Desde que la azafata transmitió, por la megafonía del avión que pusieran los respaldos de sus asientos en posición vertical y se abrochasen los cinturones, no había transcurrido más 8 minutos y ya Lamarmar, recogía su maleta Samsonite roja, del compartimento superior de su asiento. Fuera, Ripley esperaba en la zona designada por el cartel INTERNATIONAL ARRIVALS a que ella saliese.Tras un laberinto de puertas, Lamarmar se sorprendía al no localizar su otra maleta, la facturada. La cinta transportadora únicamente traía una caja de madera con una etiqueta de frágil. Resignada, preguntó a quién parecía ser un empleado sobre su equipaje perdido. La persona lo miró y le dijo que si tenía el comprobante y ella se lo facilitó. Sonriendo, el empleado le indicó que la siguiera y le señaló una puerta con el rótulo Lebanon Police. Ella intentó decirle que buscaba su maleta perdida y él, sonriendo, señaló que entrase y se marchó.
Aquí dice –leía en el pasaporte- que es usted Lamarmar Pons. ¿Es cierto esto? –Sí señor, pero yo vengo por mi maleta, el justificante está en el pasaje que tengo aquí. No se preocupe –dijo el policía, la tenemos nosotros. Su equipaje no se ha perdido. Lamarmar respiró aliviada. Pero hay algo que no entendemos. Usted afirma dedicarse a las relaciones públicas, es uruguaya, nacida en Montevideo y trabaja en España. ¿Dónde? Ah, sí, en Madrid. ¿No es cierto? –Efectivamente. Vengo a una convención en el Four Seasons Hotel. El policía cambió su tono y de forma muy seca la interrogó. ¿Cree que no íbamos a detectar las sustancias que usted ha introducido ilegalmente en nuestro país? ¿Considera que casi 3 kilos cuyo contenido por el momento está por determinar, envuelto en dos sospechosos envases que huelen a cerdo y, están etiquetados como salchichones EL POZO pasarían inadvertidos? –Pero oiga usted. –Calle, todo lo que diga puede ser utilizado contra usted, tiene derecho a un abogado, si tiene recursos le facilitaremos una relación para que elija al que desee, de no ser así el estado lo proveerá. Mientras tanto, está usted detenida con el cargo de contrabando de salchichones. En un par de horas podrá efectuar una sola llamada de 5 minutos, piense a quien llamará. Ripley no daba crédito a la tardanza, el avión procedente de Lufhansa había aterrizado hacía ya más de una hora, no quedaba nadie. En el mostrador de la compañía, una empleada le confirmaba que Lamarmar Pons había llegado a Beirut

MR PARKER EN EL ROTARY CLUB



Parker tras levantarse de su silla, comenzó a pasear de izquierda a derecha del paraninfo, para decir –permitan que use la siguiente analogía: si Almodóvar es a Carmen Maura como Diane Keaton es a Woody Allen, del mismo modo, podemos penetrar en el alma de una zona vinícola o de un país entero, llenando una copa de vino y tratado de comprender  su alma. Esta labor, me ha ocupado la mayor parte de mi vida y por ello, debo agradecer al vino, haber viajado casi por todo el mundo, para explicar a otros que no han tenido tanta suerte, que vista, olfato y gusto cuando se alían, mis compañeros usan el vocablo maridan que no me gusta demasiado, consiguen desentrañar la mayoría de los misterios.


 Un cerrado aplauso del casi lleno auditorio coronó la conferencia del catador y también, despertó a Ripley que medio dormitaba en la última fila. Posteriormente, el Chairman del Rotary Club de Beirut, imponía la insignia de oro al laureado catador conferenciante.


 Unas cuatro horas antes, Lamarmar debería haber acabado de aterrizar con Ryan Air en Hannover, para desde hace un par de horas, estar ya volando con Lufhansa, dirección al aeropuerto internacional Rafic Hariri, gracias a las malas artes que su cómplice Ripley había utilizado con Robert McDowell Parker, al ser conocedor de su manifiesta xenofobia con los musulmanes y alentando, su querencia a las damas  sin demasiados escrúpulos. Entre ambos, habían contestado al anuncio que el americano había publicado en The New York Times, solicitando compañía con refinados gustos y amplios conocimientos de idiomas.





Ripley miró su reloj y sonrió. Ahora pasarían al lobby para que se sirviese el cóctel en honor de Parker. Oportunamente, ya había colocado en el cinturón de éste un micrófono que estaba conectado a su PDA. Al parecer, un par de intentos por parte de una sospechosa pareja de ancianos, habían intentado hablarle sobre los riquísimos caldos israelíes

DESTINO BEIRUT


Tras darse a conocer, el catador de vinos volvió sobre sus pasos, no sin mirar antes a Peggy y asentir con la cabeza. La chica del mostrador le siguió a pesar que él no le había indicado nada. El camarero le dirigió una tierna sonrisa y también le dijo –Nos vemos luego Lamar. Ella se llevaba su copa de Dry Campari en la mano izquierda, mientras, con desgana, recogía su bolso negro del mostrador. En él llevaba, un paquete arrugado de More con algunos cigarrillos dentro, un pintalabios rojo, dos tampones, preservativos y lubricante, un cepillo para el pelo, gorrito de ducha, chicles de canela, las llaves de su apartamento, un encendedor Zippo, pañuelos desechables, su carné de conducir con unos 40 dólares, un perfumador de Opium y su revolver Smith & Wesson 625 con algunas balas sueltas. En su negocio consideraba fundamental sentirse protegida y además, el vendedor le había asegurado que si efectuaba un disparo a menos de 3 yardas de distancia, aunque le temblase el pulso su oponente no volvería a atacarla, para ello le había vendido munición explosiva.







Ripley se fiaba poco de Peggy pero mucho menos del americano, por ello seguía recostado sobre su taxi inglés a la puerta del Ritz, tratando de esquivar como podía a los guardias municipales de Madrid, que de vez en cuando pasaban por allí tratando de impedir que se estacionasen en la puerta. Pocos podían pensar que había vuelto a la acción. Se sospechaba que Robert Mc Parker era un espía del Mosad y su misión era acompañarlo sin ser descubierto. Washington ya no pretendía enterrar a más héroes sino exclusivamente información. Dentro su contacto estaba realizando el oficio que tan bien conocía.


Lamar tras ventilarse al americano sin mayor trámite, entró en el cuarto de baño, duchó y arregló el pelo y perfumó muy suavemente. En cierto momento, había deslizado la mano en la chaqueta de su cliente y leído que su próximo destino era Beirut, esa información le proporcionaría 300€.
El catador tras comprobar que el Ritz de Madrid podía compararse con cualquier hotelito decente de Manhattan, eligió su pantalón a grandes cuadros, se decidió por el elástico que solía usar cuando jugaba a golf. Lo descolgó y se lo puso, consideró que un toque casual le vendría bien cuando entrase en el comedor a cenar.

Cuando Peggy lo vio aparecer bajo el dintel del lobby, no pudo más que escudarse tras la voluminosa carta del menú ni ocultar una sonrisa. Este hombre no aprenderá nunca –se dijo-, en Idaho nadie se atrevería a ponerse traje y no cubrirse con una gorrita.

El americano, muy lentamente, trató de ubicarse en aquel grandioso salón, reconoció haber minusvalorado el establecimiento hotelero. Y en ello, fue a fijarse en una bella mujer que bebía un Dry Campari, vestida de blanco y recostada sobre el mostrador. El camarero parecía conocerla bien.

Seguro que es ella –dijo Robert Mc Parker, Jr. Y hacia ella dirigió sus pasos. La abordó abruptamente: Oye tú ¿eres la chica que envía la compañía? Lamarmar se volvió muy lentamente sin dejar de sonreír al camarero y asintió bajando los ojos. De dónde habrá salido este fantoche. Su traje dejaba entrever buenas tetas que ella no trataba de ocultar en ningún momento, al fin y al cabo eran el mejor escaparate de su negocio.
 



Dedicado a Lamarmar

PROPAGANDA




El recepcionista quiere que le entregues el pasaporte para realizar la inscripción en el hotel –le dijo Ripley a Peggy. Ella los miró a ambos y negó con la cabeza. Ripley enarcó las cejas y se dirigió al joven, que estaba tras el mostrador, para indicarle que no todos los americanos eran así de tontos.

Mira Peggy y atenuó su voz para tranquilizarla, el joven necesita tu pasaporte para cumplimentar el registro de entrada. Conozco el país y es muy tranquilo, ya quisiéramos en América vivir con el sosiego que esta gente tiene, pero eso no la convenció. Decidió entonces pasar al ataque.

No pasa nada –se volvió para el chaval, tú tranquilo. Son tontos pero al menos traen dinero, así que le sacaré una manta y que duerma en mi taxi. ¿En el taxi va a dormir la señora? Pero si tiene una reserva que hizo un tal, déjeme ver, ah sí, pues fue ella misma y yo la atendí, llamaba desde Orense. Así son las cosas –sonreía El patrón- cuando mañana se levante y le duelan todos los huesos quizás aprenda. ¿Pero qué le ocurre? -Pues muy sencillo chaval que vio la película El expreso de medianoche y cree que cuando te entregue su pasaporte, será raptada y la llevarán a un cárcel inmunda. Pero –la mano del taxista se levantó e interrumpió al recepcionista, -no podemos cambiar en un momento lo que la propaganda ha tardado muchos años en labrar en su cabeza.

TAXI A MADRID SPAIN


Peggy S. Stewart todavía recordaba al chico pelirrojo que tras comprarle una lata de Dr. Pepper y palomitas, la acomodó en los asientos traseros del Ford Pinto de su madre durante una sesión en el cine de coches. Se llamaba Joe. Desde entonces, cada vez que ve un Ford sonríe maliciosamente y además, ese mismo chaval, es culpable de haber tenido que abandonar el instituto de Sausalito. 


Meses después tuvo a su hija Deirdre. A Peggy nunca le interesaron los vinos pero de algo tenía que vivir, así que un buen día se puso su blusa escotada y la falda planchada más corta que tenía su hermana y se presentó en la oficina de Robert McDowell Parker, Jr. Le pareció ridículo que este tipo ganase tanto dinero viajando por el mundo y luego valorando sus catas.




 En este momento volvían Mr. Parker y ella de un pueblo de Orense, llamado Valdeorras, en el taxi inglés de un tipo muy peculiar apodado Mr. Ripley El Patrón que le miraba las piernas por el espejo retrovisor, mientras ajeno, su jefe dormitaba camino de Madrid. Recordó nuevamente al chico pelirrojo y abrió suavemente las piernas.

jueves, 8 de septiembre de 2011

LA CATA DE VINOS EN EL ROTARY CLUB

Parker tras levantarse de su silla, comenzó a pasear de izquierda a derecha del paraninfo, para decir –permitan que use la siguiente analogía: si Almodóvar es a Carmen Maura como Diane Keaton es a Woody Allen, del mismo modo, podemos penetrar en el alma de una zona vinícola o de un país entero, llenando una copa de vino y tratando de penetrar en su alma. Esta labor, me ha ocupado la mayor parte de mi vida y por ello, debo agradecer al vino, haber viajado casi por todo el mundo, para explicar a otros que no han tenido tanta suerte, que vista, olfato y gusto cuando se alían, mis compañeros usan el vocablo maridan que no me gusta demasiado, consiguen desentrañar la mayoría de los misterios.

 Un cerrado aplauso del casi lleno auditorio coronó la conferencia del catador y también, despertó a Ripley que medio dormitaba en la última fila. Posteriormente, el Chairman del Rotary Club de Beirut, imponía la insignia de oro al laureado catador conferenciante. Unas cuatro horas antes, Lamarmar debería haber acabado de aterrizar con Ryan Air en Hannover, para desde hace un par de horas, estar ya volando con Lufhansa, dirección al aeropuerto internacional Rafic Hariri, gracias a las malas artes que su cómplice Ripley había utilizado con Robert McDowell Parker, al ser conocedor de su manifiesta xenofobia con los musulmanes y alentando, su querencia a las damas de sin demasiados escrúpulos. Entre ambos, habían contestado al anuncio que el americano había publicado en The New York Times, solicitando compañía con refinados gustos y amplios conocimientos de idiomas. Ripley miró su reloj y sonrió. Ahora pasarían al lobby para que se sirviese el cóctel en honor de Parker. Oportunamente, ya había colocado en el cinturón de éste un micrófono que estaba conectado a su PDA. Al parecer, un par de intentos por parte de una sospechosa pareja de ancianos, habían intentado hablarle sobre los riquísimos caldos israelíes.

EL CORREO DE RIPLEY

Ripley recibe en su correo una nota de Theudis que dice algo así como: te necesitamos tío, trae todo el equipo y a unas malas, incluso te pagaremos el Ave. Este detalle lo desarmó, tan tierno. Maldijo, abrió la nevera y sacó una botella de vodka Becherovka a la que dio un gran trago. 


La posibilidad de volver a participar en una cacería policial le estaba devolviendo su autoestima. Se sentó en su sillón favorito y único, pero tuvo que levantarse, al clavársele un dromedario de plástico de su nieto. Coño –dijo Ripley- lo que pinchas siendo tan chico.
Llaman a su teléfono pero no lo atiende. Los detectives de Equipo de Los Cabalistas son muy duros, una sola idea persiste en su cabeza. Theudis lo conoce bien. Ripley piensa que esta oportunidad posiblemente sea la última para entrar en el exclusivo equipo. Harto de llevarlos en su taxi de un lado para otro sin que nunca consiga intervenir en los casos.

TITULARES





Hacía tiempo que a su mujer le venía preocupando su estado de salud. No es que ocasionalmente no le sorprendiese con cosas raras, pero lo que ahora veía era nuevo. Su marido le contestaba en titulares de periódico y algo así no lo había visto nunca.


 Le llamó para la cena y Ripley le respondió: Los pacientes exigen a Sanidad que garantice la atención a desplazados. Qué mal estás cariño, no deberías leer tantos periódicos. http://www.elpais.com/articulo/espana/alcaldes/piden/tiempo/Hacienda/hacer/cuentas/elpepinac/20110901elpepinac_12/Tes/ Preocupante -dijo Jane, muy preocupante.

TAXI A MADRID, SPAIN

Peggy S. Stewart todavía recordaba al chico pelirrojo que tras comprarle una lata de Dr. Pepper y palomitas, la acomodó en los asientos traseros del Ford Pinto de su madre durante una sesión en el cine de coches. Se llamaba Joe. Desde entonces, cada vez que ve un Ford sonríe maliciosamente y además, ese mismo chaval, es culpable de haber tenido que abandonar el instituto de Sausalito. 

Meses después tuvo a su hija Deirdre. A Peggy nunca le interesaron los vinos pero de algo tenía que vivir, así que un buen día se puso su blusa escotada y la falda planchada más corta que tenía su hermana y se presentó en la oficina de Robert McDowell Parker, Jr. Le pareció ridículo que este tipo ganase tanto dinero viajando por el mundo y luego valorando sus catas.

 En este momento volvían Mr. Parker y ella de un pueblo de Orense, llamado Valdeorras, en el taxi inglés de un tipo muy peculiar apodado Mr. Ripley El Patrón que le miraba las piernas por el espejo retrovisor, mientras ajeno, su jefe dormitaba camino de Madrid. Recordó nuevamente al chico pelirrojo y abrió suavemente las piernas.

PROPAGANDA

El recepcionista quiere que le entregues el pasaporte para realizar la inscripción en el hotel –le dijo Ripley a Peggy. Ella los miró a ambos y negó con la cabeza. Ripley enarcó las cejas y se dirigió al joven, que estaba tras el mostrador, para indicarle que no todos los americanos eran así de tontos. Mira Peggy y atenuó su voz para tranquilizarla, el joven necesita tu pasaporte para cumplimentar el registro de entrada. Conozco el país y es muy tranquilo, ya quisiéramos en América vivir con el sosiego que esta gente tiene, pero eso no la convenció. Decidió entonces pasar al ataque. No pasa nada –se volvió para el chaval, tú tranquilo. Son tontos pero al menos traen dinero, así que le sacaré una manta y que duerma en mi taxi. ¿En el taxi va a dormir la señora? Pero si tiene una reserva que hizo un tal, déjeme ver, ah sí, pues fue ella misma y yo la atendí, llamaba desde Orense. Así son las cosas –sonreía El patrón- cuando mañana se levante y le duelan todos los huesos quizás aprenda. ¿Pero qué le ocurre? -Pues muy sencillo chaval que vio la película El expreso de medianoche y cree que cuando te entregue su pasaporte, será raptada y la llevarán a un cárcel inmunda. Pero –la mano del taxista se levantó e interrumpió al recepcionista, -no podemos cambiar en un momento lo que la propaganda ha tardado muchos años en labrar en su cabeza.

Mr. PARKER EN EL RITZ

El catador tras comprobar que el Ritz de Madrid podía compararse con cualquier hotelito decente de Manhattan, eligió su pantalón a grandes cuadros, se decidió por el elástico que solía usar cuando jugaba a golf. Lo descolgó y se lo puso, consideró que un toque casual le vendría bien cuando entrase en el comedor a cenar. Cuando Peggy lo vio aparecer bajo el dintel del lobby, no pudo más que escudarse tras la voluminosa carta del menú ni ocultar una sonrisa. Este hombre no aprenderá nunca –se dijo-, en Idaho nadie se atrevería a ponerse traje y no cubrirse con una gorrita. El americano, muy lentamente, trató de ubicarse en aquel grandioso salón, reconoció haber minusvalorado el establecimiento hotelero. Y en ello, fue a fijarse en una bella mujer que bebía un Dry Campari, vestida de blanco y recostada sobre el mostrador. El camarero parecía conocerla bien. Seguro que es ella –dijo Robert Mc Parker, Jr. Y hacia ella dirigió sus pasos. La abordó abruptamente: Oye tú ¿eres la chica que envía la compañía? Lamarmar se volvió muy lentamente sin dejar de sonreír al camarero y asintió bajando los ojos. De dónde habrá salido este fantoche. Su traje dejaba entrever buenas tetas que ella no trataba de ocultar en ningún momento, al fin y al cabo eran el mejor escaparate de su negocio.
Dedicado a Lamarmar

DESTINO BEIRUT

Tras darse a conocer, el catador de vinos volvió sobre sus pasos, no sin mirar antes a Peggy y asentir con la cabeza. La chica del mostrador le siguió a pesar que él no le había indicado nada. El camarero le dirigió una tierna sonrisa y también le dijo –Nos vemos luego Lamar. Ella se llevaba su copa de Dry Campari en la mano izquierda, mientras, con desgana, recogía su bolso negro del mostrador. En él llevaba, un paquete arrugado de More con algunos cigarrillos dentro, un pintalabios rojo, dos tampones, preservativos y lubricante, un cepillo para el pelo, gorrito de ducha, chicles de canela, las llaves de su apartamento, un encendedor Zippo, pañuelos desechables, su carné de conducir con unos 40 dólares, un perfumador de Opium y su revolver Smith & Wesson 625 con algunas balas sueltas. En su negocio consideraba fundamental sentirse protegida y además, el vendedor le había asegurado que si efectuaba un disparo a menos de 3 yardas de distancia, aunque le temblase el pulso su oponente no volvería a atacarla, para ello le había vendido munición explosiva. Ripley se fiaba poco de Peggy pero mucho menos del americano, por ello seguía recostado sobre su taxi inglés a la puerta del Ritz, tratando de esquivar como podía a los guardias municipales de Madrid, que de vez en cuando pasaban por allí tratando de impedir que se estacionasen en la puerta. Pocos podían pensar que había vuelto a la acción.

Se sospechaba que Robert Mc Parker era un espía del Mosad y su misión era acompañarlo sin ser descubierto. Washington ya no pretendía enterrar a más héroes sino exclusivamente información. Dentro su contacto estaba realizando el oficio que tan bien conocía. Lamar tras ventilarse al americano sin mayor trámite, entró en el cuarto de baño, duchó y arregló el pelo y perfumó muy suavemente. En cierto momento, había deslizado la mano en la chaqueta de su cliente y leído que su próximo destino era Beirut, esa información le proporcionaría 300€.