domingo, 25 de febrero de 2018

LA LLAMADA


Ring. Ring. Riiiiiiiinnnggg.
-Coño con el teléfono.
-Buenas tardes soy Alejandrita ¿se puede poner el titular de la línea por favor?
-¿Que si he leído el titular, pero qué hora es?
-Que se ponga el titular de la línea.
-¡El titular!
-Sí, el titular por favor.
-¿Titular de qué? ¡Son las cuatro y media, con lo bien que estaba durmiendo la siesta y ahora quieren saber quién es el titular! No conozco a ese titular que usted dice señorita, lo siento, no lo he visto en mi vida, se habrá confundido.
Esta llamada se grabará por su seguridad en aplicación de la legislación y la Constitución.
-¿Es usted el titular?
-¿De qué?
-¡De la línea del teléfono!
-Raramente paso por La Línea, como no vaya de paso para Gibraltar, es que no..
-¿Del teléfono?
-Tengo teléfono sí, marca Samsung de los baratitos, me acompañó mi hijo pa comprarlo porque yo de esto no entiendo mucho, fuimos a Carrefour y él me buscó uno apañaíto y me dijo: -Papá el que he comprado está en oferta y no tiene mal aspecto, con la batería y la letras bien grandes, te puede servir, además como tú no lo usas para nada te durará la batería varios días.
-¿Cómo se llama usted?
-Eladio.
-Bien don Eladio, mire usted ¿me puede decir cuánto paga usted por la línea con su compañía?
-Depende.
-¿De qué depende?
-Si llamo mucho pago mucho, pero lo raro es que cuando llamo menos casi pago lo mismo, una cosa muy rara.
-Entiendo, pues mire usted, ha tenido suerte porque hoy es el día de las personas mayores y mi compañía que es Tocaphone, antes de cada llamada tócate los cojones, le ofrece el paquete Dromedario.
-¿Que me regalan un calendario? Un detalle, porque nadie me regala nada.
-No, no me ha entendido bien, que la tarifa se llama Dromedario.
-Pues no tenía ni idea que hubiera dromedarios ya en Tarifa, eso debe ser por el cambio climático.
-No le hablo del cambio climático, le informo a usted don Eladio, que es una persona afortunada.
-No soy de Granada, soy de Trebujena.
-Bueno, escúcheme con atención, el paquete que incluye la tarifa Dromedario, le permite hablar por su teléfono al número que usted desee por sólo 85€ al mes, de móvil a móvil, de móvil a fijo y de móvil a inmóvil, pero además, le damos 4 gigas de datos gratis, para usted y así puede navegar por internet muchísimo tiempo.
-¿Y porqué tengo que contestar con 4 digas, no me vale con uno nada más?
-Don Eladio Doello Vichi preste atención. Tocaphone es una gran compañía que le ofrece esta estupenda oferta hoy y sólo hoy, por ser el día de las personas mayores, la tarifa Dromedario.
-Mándeme el calendario, pero que tenga mucho espacio en blanco para apuntar las citas de los médicos, porque ya soy mayor y se me olvidan las cosas...

viernes, 16 de febrero de 2018

AVENTURAS Y DESVENTURAS DEL CONDE DE LOS POCOS DINEROS Y SEÑOR DE LOS AMANECERES EN LA PLAYA DE LA PUNTILLA

LA NOBLEZA: Y YO CON ESTOS PELOS


Estoy abriendo un sobre muy historiado que me han entregado dos motoristas. Pues ya es raro, porque a casa no llega cualquiera y los tíos antes de plantarse en la puerta sin llamarme por teléfono, llegan acojonados, perdidos y desorientados. -Oiga, oiga, mire usted que venimos de... y no encontramos su casa ¿por dónde entramos, por Juana Jugán? No, esta gente llegaron a casa del tirón, parando sus potentes motocicletas, se acercaron a la puerta, llamaron al timbre (que lleva una pegatina llame y espere). Salgo, digo espere. De ahí debe venir lo de la pegatina, cojo en brazos al caniche le doy a la puerta y aguanto al pastor alemán.
-¿Es usted el excelentísimo señor don Jesús María?
-Jesús María sí soy yo, pero lo de excelentísimo está por ver...
-Muy bien. Luego se dirigió al otro. Brigada Esteruelas, proceda a sacar el sobre que tenemos para entregarle a don Jesús María.
-¿Ustedes son de la policía? Pregunté.
-Venimos de la Casa Real.
-¿De la Casa Real?
-Soy el teniente Martínez de Entrerriscos y González de Carrión, para servir a Dios, al Rey y a usted, don Jesús María. Y se cuadró militarmente. No daba crédito a lo que estaba viendo. Un teniente y un brigada de la Casa Real, más serios que la leche cuadrados delante mía, con el perro caniche en un brazo y con el otro aguantando al pastor alemán Rango Levante, que los miraba a ellos y a mí porque el animalito no entendía nada.
-Mire don Jesús María, le traemos este sobre para notificarle que a petición expresa del Duque de Alba, se le ha concedido el honor de nombrarle Conde de los Pocos Dineros y Señor de los Amaneceres en la Playa de la Puntilla, título que ha sido aprobado por el Consejo Real y por Su Majestad el pasado día 24 de diciembre, poco antes de que se grabase el comunicado de felicitación navideña anual por televisión. También estoy autorizado a decirle, que este título está dotado económicamente con 1 euro sujeto a IRPF y lo faculta de todas las dignidades de los Grandes de España.
-Por favor, qué me está usted diciendo teniente Martínez de Entrerriscos.
-Comprendo que se quede algo sorprendido, pero no se preocupe, el próximo día 28 de febrero, será usted investido oficialmente en los Reales Alcázares de Sevilla, con la presencia de Su Majestad, la Presidenta de la Junta de Andalucía y el Delegado del Gobierno, al que me consta conoce personalmente.
-Ah, sí tiene usted razón lo conozco, es de Jerez, amigo de mi hijo Pedro Luis.
-Efectivamente, estamos al corriente que su familia es de ley y orden. Conocemos su trayectoria. El Duque de Alba es el más ferviente admirador de sus relatos insensatos y por cierto, la editorial Planeta está procediendo al maquetado de los mismos en edición Princesa de Asturias. Y ahora, tras felicitarlo, le entregamos este teléfono móvil satélite con número oculto, con el que puede ponerse en contacto con nosotros en cualquier circunstancia, estamos para servirle.
-Pues muchas gracias pero me parece que esto es un error, porque yo soy...
-¿Que es usted republicano? No se preocupe por eso, estamos al tanto, nuestro soberano es muy liberal y le encanta rodearse de hombres y mujeres de la cultura, sin importarle su pensamiento político, Su Majestad está por encima de las veleidades terrenales.
-No me lo puedo creer.
-Créaselo don Jesús María, créaselo. Estaremos en contacto. Se cuadró de nuevo, sonrió, indicó al brigada con la cabeza que se subiera a la moto y se fueron a gran velocidad.
¡Qué cosas me pasan, mira que nombrarme Conde de los Pocos Dineros y Señor de los Amaneceres en la Playa de la Puntilla!
Segunda entrega: ---LA INVESTIDURA EN SEVILLA---
-En cuanto entre la Condesa de los Residuos Inertes y salude a S.M. ya inicia la salida usted, don Jesús María. ¿Vale?
-¿Condesa de los Residuos dice usted? Por favor, dónde vamos a llegar pero...
-La Condesa Koplowitz, una gran dama, solita resuelve el reciclado de los vidrios nacionales, entra a la Corte a propuesta del Movimiento Ecologista.
-¿Que los ecologistas han apostado por esta tía...?
-Efectivamente. Prepárese.
-Pero es que me siento muy incómodo vestido de nazareno teniente Martínez de Entrerriscos. Es que soy ateo...
-Nada, nada, nada si esto es así don Jesús María, lo estamos viendo un día y otro también, ahora le toca a usted, salga decidido y procure no pisarse la túnica del Resucitará Algún Día.
Salgo tímidamente, miro alrededor, el salón de los Tres Deseos del Rey Al Mutamid está repleto de invitados cómodamente sentados sobre cojines en el suelo y al frente, en dirección a la fuente, de pie, esperándome Susana Díaz, el delegado del Gobierno en Andalucía y el rey. Estoy temblando, cómo puedo haber aceptado esta tomadura de pelo, qué habré bebido o fumado para verme atravesando el salón donde impartiera justicia el Rey poeta en el S. XI, y además vestido de nazareno. Qué me está pasando.
-Enhorabuena. Dice el delegado del Gobierno de Andalucía.
-Tu hijo me habla a diario de ti, estamos encantados con tus relatos insensatos y, por supuesto, hemos valorado muy positivamente tu entrada en la nobleza. Por cierto, muy adecuado tu atuendo de nazareno. Lo saludo obnubilado.
-Muchas felicidades señor Conde de los Pocos Dineros y Señor de los Amaneceres en la Playa de la Puntilla, es un honor para esta presidenta que haya aceptado el título a propuesta del Duque De Alba.
-Muchas gracias, muchas gracias doña Susi, pero es que...
-Ya, ya, no se preocupe yo también voy al Rocío, gajes del oficio, siga que le espera el monarca.
-¿El monarca también?
-Claro, por supuesto, él le impondrá el Faetón de Oro.
-¿Pero un faetón no es un coche de caballos lujoso?
-Qué cultura tiene usted señor Conde, qué cultura, me alegra tanto comprobar la sabiduría y conocimientos de personas como usted, desconocidas hasta este momento, pero que gracias a los socialistas ponemos en valor.
-¿Valor? Valor el mío por prestarme a estar astracanada. Si no estuvieran los invitados rodeándome en torno a la fuente, salía corriendo y no paraba hasta Trebujena, por si Spielberg anda por allí todavía rodando El Imperio de sol y me subo a uno de los aviones nazis para desaparecer. Qué barbaridad no me lo puedo creer.
-Venga a mis brazos señor Conde.
-¡Pero si eres Felipín!
-Claro que soy Felipín.
-Yo pensaba que eras otro porque como te dicen Felipón VI...
-Pero eso es por protocolo, yo Felipín, el niño que siempre estaba contigo en la playa de la Puntilla jugando, el mismo que iba tantas veces a pedirte un vaso de Espumosos Valdelagrana fresquito.
-Y además te conozco de Puerto Sherry.
-Claro, éramos vecinos, teníamos el 470 frente a vosotros, tus hermanos son tan simpáticos. ¿No recuerdas cuando yendo con papá y mamá inauguramos el Auditorio del Palma de Mallorca?
-Sí, lo recuerdo.
-Que yo te saludé y te dije, Jesús María que soy Felipín.
-Pues es verdad.
-Y en tu calle tantas veces, en el semáforo, cuando me pegaba mis fletes yendo para el pub El Convento.
-Coño, pues es verdad. 
-Pues por eso aceptamos sin dudarlo en el Consejo del Reino tu nombramiento como conde. Nadie, nadie se lo merece más tú.
-¿No estarás de cachondeo que tú tienes mucha mandanga me acuerdo que de niño, vaya tela como eras?
-Mira te voy a imponer la banda verde y blanca de los Omeyas que son primos lejanos míos y te impongo el faetón de oro.
Los aplausos me hicieron volver en mí. Mientras tanto me iba diciendo, no puedo volver al Puerto, qué vergüenza más grande, qué bajo he caído, qué bajo he caído...

Tercera entrega  ---EL ENCUENTRO CON FELIPÓN VI---
-Pues mire, no se lo creerá, pero lo que le estoy contando es la pura verdad, aunque yo mismo no me la crea. Aquí estoy sentado mirándome las manos y contándole a una desconocida que me han nombrado conde. Puedo probarlo porque tengo en casa el Faetón de Oro que me impuso Felipón VI, al que yo conocía de niño, pero que nunca pude imaginarme sería rey algún día, es más, por entonces teníamos a un dictador del Ferrol ¿lo conoció usted? Veo que no, es muy joven. Pues sí, al chaval lo traía un pastor protestante que vivía en Jerez y mi padre, que era rojo, apoyaba todo lo que el régimen denostaba, cuando se enteró que profesaba una religión distinta, enseguida le buscó hueco entre las casetas de la playa de La Puntilla. Y ese pastor traía gente muy rara, sin que quiera decir con esto que Felipón lo sea, era un muchacho normal, algo más alto que nosotros, sin que seamos bajos pero no destacaba del resto de veraneantes. Sí, recuerdo que el pastor le compró a su hijo Julián una Velosolex y que le dijo, estando presente su hermana y Felipón, por entonces Felipín, que era un regalo regio. Claro, cómo podía entonces intuir que la Casa Real, siempre tan comedida, quería agradecerle a don Julián, que era como nosotros lo llamábamos al mentor del infante reconocimiento por los servicios prestados. El hijo del pastor era buen amigo mío, se llamaba tambiénJulián, un chaval encantador, tenía muchos juguetes modernos y caros y la Velo-Solex no me sorprendió. Por las mañanas se venía muy temprano hasta la playa y como allí el jaleo no empezaba hasta algo más de las 12 del mediodía, nos lo pasábamos muy bien. Gracias a él pude conducirla. El infante sólo venía ciertos días de la semana en un Seat 1.500 negro, con un par de hombres vestidos de gris que pedían coñac y no se quitaban nunca la chaqueta, por mucho calor que hiciese. Raramente hablaban entre ellos. Sí, con razón me recuerda el muchacho, fueron varias temporadas y luego en PuertoSherry, en fin lo que ya conoce.
-¿Algo más?
-En este momento recuerdo porque me decanté pon una túnica de nazareno para el nombramiento, que por cierto al principio me negué, hasta que mis allegados me convencieron que ni se me ocurriera, porque este país es muy jodido y esas cosas no se permiten. Enfadado, no tuve más remedio que aceptarlo, no tenía la ropa adecuada para estar en la ceremonia del Alcázar de Sevilla, que aquí le llamamos del rey Don Pedro y sin embargo era del Rey Poeta, de Al Mutamid, el mismo que tiene una calle un Larache porque su exilio lo pasó en esa ciudad que a mí me gusta tanto, por cierto muy abandonada, una pena. Bueno, todo se había precipitado muchísimo y no quería gastarme un dineral en comprarme un smoking para una capullá, sí, tiene razón podría haberlo alquilado pero no se me ocurrió, así que escuchando a Serrat que cantó a los poetas prohibidos por Franco en mi casa de la calle San Bartolomé número 33, una casa preciosa donde nací, eso sí que era un palacio, recordé a Don Guido: "...era don Guido un señor/ de mozo muy jaranero/ muy galán, algo torero/ de viejo gran rezador/ cuando mermó su riqueza/ era su monomanía/ pensar que pensar debía/ en asentar la cabeza/ y asentola de una manera española..." en fin usted probablemente lo conozca el poema, porque es una persona culta.
-No, lo siento, ¿me puede decir el autor?
-Claro, por supuesto, se trata de don Antonio Machado, el hermano rojo de los Machado, Antonio y Manuel, hijos del administrador de los duques de Alba en Sevilla. ¿Duques de Alba, lo coge? Los mismos que me propusieron para ser Conde de los Pocos Dineros y Señor de los Amaneceres en la Playa de La Puntilla. Lo que no me pase a mi...
-Vale por hoy, tómese estas píldoras y mañana continuamos.
En la puerta un celador me acompañó a la habitación, tras registrarme el pijama por si llevaba encendedor. Le dije: -¿Cuándo te vas a enterar que yo no fumo cojones?

Cuarta entrega: ---LA FARAONA---
-Aléjate de mí, vieja fea, no te quiero. No vengas más a mis sueños, apártate, no me jorobes más coño.
-De eso nada, te estaré puteando durante toda la eternidad.
-¿Por qué, por qué me tratas así?
-¿Y me lo preguntas?
-Claro que te lo pregunto, si no paro de tener pesadillas contigo, no puedo cerrar los ojos, mira donde he terminado.
-Y lo que te queda que pasar so mamón.
-¿Pero por qué, qué te he hecho yo?
-¿Te atreves a preguntarlo?
-¡Vete ya, eres sólo una pesadilla mala, vete ya, no eres verdad!
En ese momento despierto de la pesadilla porque un celador me ha volcado un cubo de agua fría en la cara.
-Gracias, gracias celador amado por despertarme, qué miedo estoy pasando coño. ¡Qué horror no puedo conciliar el sueño! Mira acabo de pensar que...
-¡Alto ahí que yo sólo soy celador, las interpretaciones se las dejas a los psiquiatras que para eso cobran más!
-Hombre.
-¡Ni pero ni carajo, mi misión si te veo desasosegado y nervioso es despertarte y si te has mojado darte un pijama nuevo, pero que sepas que mi colectivo está en huelga y yo en servicios mínimos. Hasta ahí llego y no doy un paso más!
-Gracias de todas maneras compañero.
-¿Compañero mío tú?
-Sí, compañero, claro que sí.
-Anda ya, si tu eres el Conde de los Pocos Dineros y el Señor de los Amaneceres de La Puntilla.
-Otro con la misma puta cantinela. Joder, que yo no he pedido nada, que ha sido una imposición.
-Anda, anda que con bueno has dado porque soy republicano sabes conde de pacotilla.
-¡Y yo también!
-Date una ducha y ponte el pijama limpio y seguro que vas a dormir hasta bien tarde, ahora la enfermera te inyectará dosis triple de Valium Fortefortísimo 150mg.
-¿Eso me va a poner la enfermera? Miedo me das, así me estoy volviendo majareta desde que entré en esta jodida cuarta planta del hospital de Puerto Real.
-¡Que te duches ya y no me molestes más durante mi guardia! Y cierra la puerta de un portazo que despierta a mi compañero, que está ingresado por haberle secuestrado el Lamborghini a un sobrino de Rodrigo Rato.
-¿Qué pasa, qué pasa?
-Nada, tranquilo, no pasa nada, que hay gente con mucha mala leche, duérmete, duérmete. Duérmete niño, duérmete ya que viene el coco y te va a llevar... Así, así. Qué barbaridad no sé cómo salir de este atolladero, está por un lado el nombramiento, por otro las envidias que esto ha propiciado y en medio estoy yo, que no he pedido nada, sólo quiero dormir y ni eso me dejan, porque llega la tía esa que no para de bailar e insultarme. Si se lo cuento a la psiquiatra me deja aquí para siempre, tengo que ocultarlo, que estoy muy bien, que la medicación es buenísima, o me dedico a echarle cara a las cosas o me quedo en esta puta cuarta planta del hospital universitario.
Tras la ducha consigo relajarme y me duermo. Diez minutos después aparece otra vez la tía bailando e insultándome en mis sueños.
-¡Pero coño, ya está bien de entrar en mis sueños como en el patio de tu casa, vete al carajo tía!
-Te voy a amargar la vida cabrón.
-Otra vez a insultarme y no bailes más coño, que bailas muy malamente.
-No te consiento que critiques mi arte, mi danza procede de los faraones.
-¿Que los faraones bailaban, anda ya si eran más vagos que los muelles de guita?
-Claro que bailaban y yo soy la heredera universal de esa sapiencia antigua, soy La Faraona de Jerez.
-¿La Faraona de Jerez? Eso me suena muchísimo... ¿tú no serás Lola Flores?
-¿Acaso no se nota?
-¿Y por qué te metes en mis sueños y me provocas pesadillas malinas, qué daño te he hecho? Si yo he apoyado el flamenco y me cuidó la Paquera en la calle Baro cuando era un niño, pregunta por ahí.
-Mira te odio y te odiaré mientras esté muerta, porque tú has conseguido sin pedirlo llegar a ser conde y yo, que lo he pedido desde siempre, que me hice amiga hasta de Franco no he podido serlo, con lo que lo he deseado.
-Pero la culpa no es mía Lola, compréndelo.
-Por eso, por eso, por eso nunca te dejaré tranquilo Conde de los Pocos Dineros y Señor de los Amaneceres de la Playa de la Puntilla. Y ahora sigo mortificándote: ...soy de la raza ca-lé y un lerele, un lerele y u lerele-lerelelelerá...
-Joder la que me ha caído, la Lola que está muy loca en su fase obsesivo compulsiva y envidiosa... ¿Pero qué oigo? No puede ser así, parece que…
-Sarandonga, sarandonga, sarandonga...
¡Lo que faltaba y ahora aparece la hija para ayudarla!

Entrega quinta: ---LA PSICÓLOGA DEL MANICOMIO---
Si por lo menos consiguiera llegar al armario donde tienen guardados mis efectos personales y el teléfono que me trajo para emergencias el teniente motorista de la Guardia Real, podría utilizarlo y llamar, pero eso es muy difícil, esta gente está ahí en el puesto de enfermería continuamente y se hace complicado llegar al mismo, pero no me queda otro remedio. Eso haré, trataré de disimular, por la mañana tras el desayuno y la inspección, que por cierto me parece excesiva, sobre todo si lo que pretenden saber es si nos hemos tomado la medicación, no creo que sea ortodoxo una inspección genital con un boli BIC de punta gruesa y ese mismo bolígrafo que nos lo introduzcan por el culo. ¡No lo veo, no lo veo, pero no protestaré o me quedo aquí hasta que se proclame la III República por generación espontánea! Sí, me voy a portar bien. Tras la inspección, me iré a la terraza, aunque haga mucho frío y pediré fumar, porque creo que mi mayor error ha sido decir que no fumo, aquí fuma todo el mundo, esto apesta a humo que da asco, fumaré y si no fumo, pues disimularé le pediré fuego una y otra vez a los celadores y correré hasta la terraza como hacen mis compañeros. Sí, ésa creo que es la única salida, ganarme a estos guripas y buscar la oportunidad para trincar el teléfono satélite de la Casa Real.
-Vamos a ver, dónde está Serrano. Pregunta el celador con la cara de mala hostia, sí ese que se llaman Sebastián, la antítesis de un trabajador de la psiquiatría, si pudiera nos pegaba, que tío más mamón, anteayer en la inspección anal le tuve que decir: -Quillo no profundices más con el bolígrafo que el culo es mío, ¿qué coño buscas?
-Sí, soy Serrano, qué se le ofrece, no he venido antes porque estaba fumando en la terraza porque he vuelto al vicio, quiero fumar, quiero fumar lo que sea, pero que arda.
-Sígueme que te espera la psicóloga.
-¿La psicóloga y ésa quién es?
-En doña Virtudes, una psicóloga del Opus Dei.
-¡Del Opus Dei!
Se para frente a un despacho, llama dos veces a la puerta, la abre y comenta que estoy esperando fuera. No oigo lo que le contesta, parece que le dice que espere en el pasillo, me arreglo el pijama que es celeste y tres tallas superiores a la mía y tiene sobre el bolsillo de la chaqueta, el anagrama de la Junta de Andalucía. Si tuviera babuchas estaría mejor, pero como me trincaron de sopetón, llevo las botas camperas sin calcetines. Y las llevo, porque los condes siempre andamos por el campo a caballo o en las cercanías de los puertos deportivos, para embarcar en los yates y navegar, navegar, navegar, ése es nuestro destino. Como soy conde los Pocos Dineros me las tengo que aviar con algún plebeyo que me lleve, pero no es difícil, la gente se parte el culo por subir a un noble a su embarcación.
-¡Serrano paseeee!
-Debe ser la del Opus Dei. Voy para allá. -¿Se puede?
-Siéntese y permanezca callado, aquí soy yo la que manda. ¿Entendido?
-Totalmente.
-¿Cuándo fue la última vez que se confesó y comulgó?
-¿Cómo dice usted?
-¿Última confesión?
Pero esto es peor que vivir en el tren de los escobazos, dando vueltas continuamente y cada vez que se mueve una sombra te arrean. No sé contestarle a esta mujer, si le digo que soy ateo me monta una corte marcial y me condena a muerte. Improvisaré a ver si tengo suerte.
-Pues, mire usted, creo que, si no recuerdo mal, así a bote pronto, más o menos, sin mucha precisión…
-¿Cuándo?
-El sábado pasado, lo recuerdo perfectamente con un sacerdote mayor que llevaba sombrero y sotana, llevaba sotana, se llama don Aristócrata de los hermanos Jesuitas.
-¿De los Jesuitas?
-Poco me fío yo de esa orden, está muy relajada últimamente.
-¿Del aborto qué piensa?
-¡Absolutamente en contra, un crimen horrendo, una barbaridad, un horror!
-¿Usa preservativos?
-Yo, jamás, doña Virtudes, todo amor y todo búsqueda de la vida y de la madre que me parió.
-¿Ha estado en el Vaticano?
-Sí señora y he bebido agua de las fuentes milagrosas y he visitado la cuatro basílicas mayores y he orado por las ánimas del Purgatorio…
-Bien.
(Uf, menos mal que he conseguido frenar a la carca ésta, qué bicho y eso que no tiene más de 30 años, ésta le quita el puesto a Torquemada)
-Vamos a ver, usted lleva aquí hoy 5 días, lo ha visto la doctora Govantes y explica en su informe que padece una paranoia de nobleza aguda. ¿Me está comprendiendo?
-Perfectamente, estoy de acuerdo en todo, no soy conde ni nada, soy un mindundi pero he estado en el Vaticano, no uso preservativos, contrario al aborto, de los Jesuitas y me confieso y comulgo. Me arrepiento, me arrepiento, me arrepiento…

Entrega sexta ---RECUPERAR EL TELÉFONO SATÉLITE---

Como en el manicomio me habían quitado todos mis objetos personales, a los que sumaron, los cordones de los zapatos, el cinturón e incluso el cordón para aguantarse la capucha del anorak, me resultaba muy difícil calcular la hora que era y así escurrirme silenciosamente por los pasillos de la temible cuarta planta del Hospital Universitario de Puerto Real, el loquero que llamábamos por aquí. Todos dormían, ya se habían encargado entre la enfermera Estefanía que era de Benaocaz (Estefanía que viene el santo, qué santo, el santo San Blas), y el celador Paco Pérez, de hacernos tragar aquellas medicaciones que nos dejan turulatos. Descalzo porque no tenía babuchas, con lo frío que estaban las baldosas del suelo y encorvado, bueno, encorvado todo lo que me permitía hacerlo mi más de 60 años, que es poco más que agachar algo la cabeza, avanzaba por aquel larguísimo pasillo encendido únicamente por ciertas luces estratégicamente colocadas por él. Los enfermos debían estar todos dormidos, sólo oíamos ronquidos. Cuando faltaba poco más de un metro para el control de enfermería, alargué el cuello y comprobé que Paco Pérez estaba completando crucigramas en una habitación contigua, mientras tanto la enfermera Estefanía, la del culo gordo, como la llamábamos los enfermos, revisaba las carpetas individuales de los pacientes y anotaba las medicaciones e incidencias del día. En ese momento, pensé qué podría hacer para distraerlos y no se me ocurría nada, estaba aterido de soportar el frío del suelo y estuve en un tris de volverme a mi habitación, abandonar el proyecto de llegar a mi taquilla para recuperar el teléfono móvil que me entregó el teniente de la Guardia Real, cuando me notificaron mi nombramiento como Conde de los Pocos Dineros y Señor de los Amaneceres de la Playa de la Puntilla, insistiendo que ese teléfono era muy importante, caso que me viese envuelto en alguna necesidad o emergencia, ésta lo era evidentemente, puesto que la psicólogo del manicomio, doña Virtudes, junto a la psiquiatra dudaban de la veracidad de mi nobleza y además, debido a que reconocía tal distinción social, me veía hoy en un manicomio de mierda, rodeado además de toda la ralea de plebeyos. Yo, todo un conde laureado que había sido investido nada menos que por Felipón VI a instancias del Duque De Alba. Pensando esto, oigo la puerta del ascensor, me tiro al suelo como una garrapata y pido a los cielos que no me vean. Efectivamente se trata de una enfermera que se dirige al control. Paco Pérez se levanta y al comprobar que es personal de la casa vuelve a acomodarse y a su crucigramas en la tablet. Presto atención para ver qué dicen, no las veo porque estoy tirado en el suelo justo debajo del mostrador.
-Hola Silvia guapa, ya te estaba echando de menos.
-No tengo mucho tiempo Estefanía porque hoy tengo una auxiliar nueva en mi servicio y la pobre no da pie con bola
-¿La traes?
-Por supuesto.
-Sácala.
-¡Aquí!
-No, tienes razón, mejor en ese despacho médico y así estudiamos mejor los partidos.
-Esta quiniela la tenemos que ganar.
-¿De cuánto es?
-De 24 eurazos, 4 dobles y un triple.
-¿24 euros?
-Es que tengo un pálpito Estefanía, vamos a dar el pelotazo seguro, de ésta no volvemos más a esta mierda de curro que tenemos.
Se meten en el despacho médico y dejan vacío el control, es mi oportunidad, recuerdo perfectamente que mis cosas están el segundo armario de la derecha, muy cerca de la puerta de la habitación donde está sentado Paco Pérez, en el segundo estante en una bolsa azul. Repto un poco, me incorporo, llego al armario, compruebo que las llaves están colgadas de una tablilla, silenciosamente las tomo y voy probando con mucho cuidado si consigo abrir el armario. La primera no es, la segunda tampoco, oigo carraspear a Paco Pérez que fuma mucho, lo que me faltaba es que saliera ahora. Pruebo con la tercera y no abre, sigo una más y click, abre. Vuelve a toser Paco. Me quedo quieto, miro en el segundo estante y veo 6 bolsas azules. ¡Lo que me faltaba, todas las bolsas con objetos personales y ropa son idénticas! Pienso rápidamente, vamos a ver si llevo aquí para 6 días, debe estar en los rincones, abro la de la derecha y tanteo con las manos, una caja de unos 12 centímetros, algo que parece una camisa y un sujetador, ésta no es la mía, la dejo. La de al lado, una llena de paquetes de tabaco tampoco es, vamos a ver si tengo más suerte: dos teléfonos, una cartera gorda alemana, un boli Inoxcrom, ésta es la mía, la trinco y cierro la puerta, me voy para la habitación. No me ha visto nadie. El corazón me va a estallar, ya estoy otra vez escondido detrás del mostrador y sale Sofía con su quiniela zapateando.
-Hasta luego Estefanía, seguro que no te vas a arrepentir de hacer esta quinielón. Esto va a ser sonado.
Se acerca al ascensor, ve que está ocupado y decide bajar por las escaleras. Momento que aprovecho para llegar a mi habitación y tirarme en la cama con la tensión por las nubes. Bueno y ahora qué debo hacer ¿llamar inmediatamente o esperar a por la mañana? No tengo la más pajolera idea sobre este protocolo. Llamo ahora mismo. Tomo el teléfono que tiene muy poca batería y un sólo número guardado Emergencias Casa Real. Yo llamo.
-Diga, ha llamado a la Casa Real, si lo hace por una emergencia marque 1, si es para entrega de vituallas marque 2, si quiere hacer una donación marque 3 y si no tiene la menor idea, cuelgue que ya está bien de cachondeo esta noche.
-Voy a marcar el 1.
-Música de The Beatles. All my troubles seemed so far away/
Now it looks as though they're here to stay/ Oh, I believe in yesterday.
-Diga, le atiende el Brigada Fernández.
-¿Se puede poner el teniente Martínez de Entrerriscos y González de Carrión?
-Lo siento es imposible no está de guardia esta noche.
-Mire soy el Conde de los Pocos Dineros...
-¡A la orden de Usía, ahora mismo informo al capitán Julio Malo de Molina ruego a Usía espere!
-Oh, oh, parece que el teléfono funciona ¿pero ha dicho Malo de Molina? No, eso será un error mío que con tantos medicamentos no oigo bien.
-Lo dejo con mi capitán señor conde que tenga muy buenas noches. No se retire por favor... -Diga, diga, soy el capitán Malo de Molina ¿algún problema?
-¿Si tengo problemas, que me han ingresado en la cuarta planta de Puerto Real, en la Unidad de agudos de Salud Mental mi capitán?
-¿Cómo?
-Por favor, escúcheme que me han tomado por loco y me han ingresado. Hagan algo... Se oye un ruido y se pierde la comunicación. Batería muerta.

Entrega séptima ---EL S.O.P.O.R.---

Qué miedo estoy pasando, los minutos transcurren lentamente, mi compañero no para de roncar y eso que dormir con camisa de fuerza no debe ser nada cómodo, pero ahí está durmiendo a pierna suelta. Se acerca el primero para que le chuten el Valium, su vida transcurre entre chute y cigarrito Ducados, no mira a nadie, no habla, siempre procura estar solo, no molesta, no incordia, pero no se socializa, tiene cara de triste, es panadero de Benalup de Sidonia, viudo, su mujer murió joven y no tenían hijos, vivía relativamente bien con su panadería con toda la producción vendida para Alcalá. Le gustaba escuchar la radio por la noche y trabajar en su tahona con dos oficiales más, amigos a quienes enseñó el oficio, las noches de trabajo eran lo mejor de su vida, lástima que su sobrina Jessica, la hija de su hermana, esa arpía, pusiese sus ojos en la panadería y para hablar con propiedad en los cuartos que daba, en los dineros. Posiblemente por eso se ponía el primero cuando distribuían las medicaciones y era los únicos momentos donde empujaba y se apretaba para recibirlas. Yo creo que no está enfermo, sólo quiere olvidar, no pensar, no volver jamás a Benalup, no ver sus calles, no cruzarse con sus vecinos. Ya no tiene su panadería que se la tiró su sobrina con la ludopatía tras haberle inhabilitado. Lo hicieron en Cádiz, qué día más triste, aquel psiquiatra que nunca lo había visitado, diciendo nosequé de trastorno de la personalidad, negado para la convivencia, peligroso para la sociedad… La cuarta planta de aquella Unidad de agudos de Salud Mental en el hospital universitario de Puerto Real era su casa, no quería salir de allí.
Se oye un gran estruendo, seguido de otro y humo mucho humo. Paco Pérez el celador está desconcertado, los enfermos se asoman a los pasillos y no puede controlarlos.
-¡A las habitaciones, a las camas, no pasa nada, tranquilos no pasa nada, debe ser algunas tuberías que han reventado, volveos a vuestras habitaciones por favor!
-Paco, qué son esas detonaciones. –Pregunta Estefanía, la enfermera del culo gordo.
-No tengo ni puta idea, pero mira que está toda la planta levantada a las 5 menos cuarto de la mañana, ¿cómo voy a parar esto si se me desmadran?
Se va la luz y comienza el humo a inundar las habitaciones.
-Eso es humo, algo está ardiendo Estefanía, llama a los bomberos que tenemos muchos enfermos.
Nueva detonación en la terraza que provocan un gran boquete limpio, penetran por él cinco miembros del cuerpo de élite del S.O.P.O.R. (Servicio Orgánico Patriótico Ortodoxo Real), dando patadas a los muebles y orientándose con sus potentes haces de luz contra las barreras de humo, armados de grandes porras y localizadores electrónicos, comandados por el capitán Malo de Molina.
-Seguidme por este pasillo, todo indica que se trata de la habitación 413. Sus hombres le siguen.
-Cúbranme, dos S.O.P.O.R. se colocan a cada lado de la puerta y el capitán y los otros dos entran en la habitación.
-Venimos a rescatar al conde.
-El conde soy yo. Respondo. Menos mal que han venido.
-Tú no puedes ser el conde, es bajito y moreno. Se trata de este señor. Cállate.
-¡Que soy yo Malo, que soy yo!
-¡Que alguien calle a ese loco!
-A la orden. Responde inmediatamente uno de los miembros del comando, que me agreden con su pistola Tasser y me descarga 5.000 voltios.
-¡Ahhhhh!
-Anda y que se joda, hacerse pasar nada menos que por el conde. Ayudadme no los llevamos.
-Tiene puesta la camisa de fuerza mi capitán.
-Mucho mejor, así nos lo llevamos con mayor facilidad. Los hombres toman al panadero por los brazos y lo arrastran por el pasillo hasta el boquete donde un helicóptero, concretamente el Spanish Air Force Infanta Cristina Noor, está esperando y al mando, el mismísimo Felipón VI que ha acudido a rescatar a su amigo Jesús María. El monarca que fue el primero de su promoción de pilotos (y también el último porque estaba solo), domina la aeronave y en cuanto le avisan que el comando y el objetivo están a bordo, vuela hacia la base naval de Rota a toda velocidad, para llegar a tiempo de comerse los churros calentitos del desayuno que le están preparando.
La cuarta planta es un desmadre, Paco Pérez ha reunido a todos los enfermos en la terraza a pesar del frío, ha colocado, ayudado por Estefanía un par de armarios, para tapar el boquete que ha provocado el comando, no entienden que hayan secuestrado al panadero de Benalup y yo sigo enrroscado casi como una alcayata debajo de la cama con los ojos vueltos. La directora del hospital y el alcalde de Puerto Real vienen en camino, algo así nunca había sucedido en la Unidad de agudos. Estefanía trata de convencerme para que salga y visto que la persuasión oral no funciona, se arma con una jeringuilla de 5 gramos de Valium y me la pincha en una pierna.
-Que te estés quieto coño, que te puedo hacer daño. El peligro ha pasado. ¿Por qué se han llevado al paciente de al lado, han dicho algo?
-No sé qué responderle, si se enteran que he llamado al servicio de emergencias me ponen el cepo.
-Mire Estefanía, estoy muy asustado ¿puedo ir a la capilla a rezar? Lo digo, por si es conocida de la psicóloga del Opus Dei y eso me dará puntos, porque en ningún momento puedo insistir en decir que el conde soy yo o me matan aquí.
-¿A la capilla a rezar pero estás tonto?
-Sí, a rezar, a rezar por Fray Leopoldo de Alpandeire y por las pastorcitas de Fátima.
-Pero si todo eso son capulladas Jesús María.  Parece mentira que creas en todas esas gilipolleces.
Y pensar que esta muchacha me cae bien, es progresista y sin embargo debo simular que soy un meapilas, porque ella se limita a escribir los informes, pero quienes dan las altas son Virtudes y la psiquiatra. Me está entrando un sueño que me abandona…
Mientras tanto ya ha aterrizado el helicóptero en la base y llevan al panadero en una camilla.
-Que alguien le retire la camisa de fuerza. –Ordena el capitán Malo.
Felipón se acerca para saludar al conde y se queda helado.
-¿Pero éste quién es?
-¡Es el conde de los Pocos Dineros, señor, sí señor!
-¡Anda ya, tú estás acarajotado!
-¿Cómo dice señor, sí señor?
-Que no es el conde, al que conozco personalmente, este hombre es bajito, moreno y él es alto, ojos claros, da alegría verlo de lo guapo que es.
-¿Me está usted diciendo que hemos rescatado al loco que no es?
-Sí, te lo estoy diciendo capitán, cojones, que nos hemos traído al loco equivocado. Manda huevos. Volvamos otra vez al helicóptero.
El capitán ordena al comando retornar.
-Aprovechemos todavía la oscuridad porque está a punto de amanecer.
El helicóptero del S.O.P.O.R. se dirige de nuevo hacia el hospital nuevamente a mando de Felipón, aproximándose a la terraza de la Unidad de agudos con una elegante parábola envolvente aprendida en Quantico, durante sus entrenamientos de helicópteros reales, que no deben confundirse con los reales helicópteros.
Dentro el capitán Malo de Molina y cabreado de cojones arenga a su equipo.
-Esta vez buscamos al conde y lo trincamos aunque sea por los huevos. ¿Estáis enterados?
-Señor, sí señor. Contestan los S.O.P.O.R todos al unísono.
Se enciende la luz violeta dentro del habitáculo, lanzan bombas de humos y un petardo gigante y nueva granada para romper los armarios que Estefanía y Paco Pérez han puesto en la terraza. Se desprenden los cinco hombres como cinco sombras. Qué lástima no haber tenido alguien grabando porque hubiera quedado una escena de puta madre para las pelis de acción.
-Detened a la enfermera. Dijo el capitán.
-Dónde está el conde. Habla o te arrojamos por el boquete de la terraza ahora mismo.
Estefanía, fuertemente atenazada por los S.O.P.O.R. sin poder pronunciar palabra alguna los lleva a la habitación donde duermo plácidamente.
-Tú échatelo al hombro y pa´l helicóptero. Y eso hace.
Sube el equipo entero conmigo (esto lo digo porque me lo imagino, que el lector sepa que en ese momento estoy dormido profundamente).
Pues vámonos dice Felipón.
-Un momento señor, sí señor.
-¡Qué pasa ahora capitán!
-¿Qué hacemos con este hombre de la camisa de fuerza?
-Ah coño, es verdad. Bueno, no te preocupes tíralo fuera.
-¿Qué lo arroje fuera?
-Una orden es una orden.
-Dale una patada y tíralo sargento.
El sargento obedece y un cuerpo cae del helicóptero sobre las ramas de un pino en las inmediaciones del hospital. Ha tenido suerte porque un segundo más y choca directamente contra los cables de la central eléctrica.

Octava y última entrega ---EL DESENLACE---

-¿Y si no se despierta mi capitán?
-No digas tonterías sargento.
-Es que está como muerto, no sé qué hacerle para que responda. A éste le han puesto bien de pastillas en la planta de psiquiatría del hospital de Puerto Real, no reacciona, se dobla como las páginas de un libro, está lacio mi capitán. No lo tengo yo muy claro.
-¿Qué?
-Que este hombre vuelva en sí, está desmadejado, es un trapo, qué lástima de da.
-Déjate de cachondeos.
-Lo rescatamos rondando las 6 de la mañana y son las 10 de la noche y no reacciona, esto no me gusta.
El Capitán Malo de Molina, un héroe condecorado de nuestras fuerzas armadas frunce el ceño, (siempre quise escribir esta gilipollez en un relato) se levanta y entra en sacristía donde tienen a Jesús María Serrano. Mientras recita en voz alta y la perfecta acústica del tempo repite sus palabras: ¡Oh mi voz condecorada/ con la insignia marinera:/ sobre el corazón un ancla/ y sobre el ancla una estrella/ y sobre la estrella el viento/ y sobre el viento la vela!
-¿Y no había otro sitio en la base naval de Rota que la capilla para dejar a este hombre? Manda cojones, tenerlo tirado sobre este banco que le tiene que estar dando unos dolores de espaldas. Si no fuera porque soy un militar de los pies a la cabeza y mi preocupación única en la patria protestaría por estas condiciones para todo un conde, pero como capitán que me precia de serlo nunca protestaré. ¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!



Lo aplaude el sargento Bonilla.
-Cuando habla me hace llorar, qué bien habla usted mi capitán, es como Castelar pero en militar.
-Calla, calla, no me adules mi buen sargento Bonilla, que ya lo dice tu apellido, Bonilla si te levantas en Sevilla seguro que pierdes la silla.
-Ja, ja, ja qué ocurrente es usted.
-Vale. Vete a la residencia de oficiales y pregunta al asistente de su majestad, si éste ha preguntado por su amigo.
-¡A la orden, señor, sí señor!
-Pues sí que está tardando este hombre en recuperarse. Si no fuera porque estamos en una misión ultrasecreta llamaba al 061 porque cada vez está más blanco y más lacio.
En esas vuelve Bonilla corriendo desde la residencia para informar.
-Siempre a sus órdenes mi capitán. Me han informado que en modo alguno llevemos al conde a los salones de la residencia donde su majestad está departiendo y nunca mejor dicho con los jefes y oficiales.
-¿Por qué dices nunca mejor dicho departiendo Bonilla?
-Pues porque se han colocado a babor del jamón y le asesta sablazos sin piedad mi capitán, no tiene compasión de él y cuando lo deja, se acerca a bien la olla de las papas con choco a la de caballas con fideos, está que se sale. Por cierto, me ha dicho su ayudante el Marqués de Mollejas que ni se nos ocurra llevar al conde.
 -¿Te han dicho por qué?
-Porque el conde tiene muy buen saque y podemos llegar a los encontronazos y después me dijo una cosa muy rara para que se la transmitiese, debe ser el santo y seña: “el conde esconde y el monarca marca”.
-Que el conde esconde y el monarca… Todo esto me suena muy raro, algo falla y además he visto mucho movimiento de helicópteros y autobuses camuflados de camiones de la basura, me temo que estamos ante una operación de inteligencia con nuestros amigos aliados los norteamericanos. Bonilla dobla la guardia.
-¿Pero si somos sólo 5 mi capitán? Tengo a dos hombres guardando la capilla, usted y yo y uno rebajado de guardia.
-¡Llámalo inmediatamente y que se aplique a las comunicación y a la criptografía, algo grave está ocurriendo!
-Señor, sí señor.
Efectivamente como el sagaz Capitán Julio Malo de Molina intuye en esa base están ocurriendo cosas muy secretas. Distintos grupos de comandos están recogiendo a condes a lo largo de la piel de toro, condes de todos los lugares. Conforme llegan los acomodan en lugares estratégico a la espera que la máxima autoridad –militar por supuesto-, decida llevarlos al búnker.
El sargento Bonilla se dirige a su capitán para decirle: -Mi capitán que el cabo Fernández ha interceptado una orden secreta 5.0 que dice: “Que no quede ni un conde fuera de la base y sean todos recluidos en el búnker”.
-¡Lo sabía, lo sabía! Dice Malo. Vamos a tratar de despertarlo que ha llegado su hora.
-¿Dónde estoy, me duele la cabeza, dónde estoy?
-Soy el Capitán Malo a sus órdenes señor Conde.
-Qué dolor de cabeza tan grande. Joder con Estefanía la enfermera del culo gordo, qué chute me pegó de Valium Superforte me ha dejado molido, la tía.
-¿Se encuentra usted bien señor Conde?
-Me duele la espalda mucho. Dónde estamos.
-Está usted a salvo, nuestro comando lo ha rescatado, el mismísimo monarca ha pilotado el helicóptero en el operativo de salvamento. Se nota que es usted muy amigo.
-Lo conozco desde que era niño pero nunca supe que llegaría tan alto, tenían un comportamiento algo extraño con él, siempre rodeado de SEAT 1.500 negros y gente que jamás se quitaban la chaqueta, eso es todo.
-Vale, ahora tranquilo. Estamos en la capilla de la base naval de Rota.
-¿En la capilla de base…?
-¡Otra vez la psicólogo del Opus me la ha jugado!
-¿Qué dice usted señor Conde?
-Nada, nada, los viejos que decimos muchas tonterías. Lo que me faltaba consigo salir de la Unidad de Agudos de Puerto Real y ahora me vigila un comando religioso. Voy de mal en peor. Debo tratar de ser inteligente y reconducir mi libertad porque la cosa se me está poniendo muy fea.
Entra el sargento Bonilla y se dirige a su capitán para informarle de algo al oído, éste se vuelve para el conde y ordena al sargento.
-¿Lo traes?
-Señor, sí señor?
-Vale, pues a la de tres lo amordazo y tú lo introduces en el saco.
Y eso hicieron, me amordazaron y metieron en un saco, luego me subieron a hombros de aquel gigantón y me trasladaron desde la capilla al lugar donde estoy ahora y donde no puedo ver nada, ni siquiera gritan por la mordaza. Debe ser de noche porque no puedo ver aunque oigo algunos carraspeos. De pronto se enciende la luz y aparece el monarca que marca.
-¿Me oís todos bien?
Asentimos con la cabeza.
-No es necesario que habléis, el reino os está agradecido porque habéis colaborado a que la monarquía subsista ante el ataque perpetrado por Puig del Monte, vosotros todos habéis sido nombrados condes y con vuestra ayuda el reino seguirá siendo mi reinado.
-Qué cosas más raras está diciendo este muchacho, el reino nunca ha estado en peligro y además Puig del Monte ni siquiera debe estar en España.
-Ya, ya, algunos piensan que no había peligros, pero un monarca debe marcar los peligros y estamos en un momento muy delicado de la historia de España. Me dice el Conde de las Dulces Noches de Verano.
-Pues la primera noticia que tengo señor conde. No tenía la menor idea del peligro de la monarquía, es más, pensaba que la República estaba en retirada, se lo digo yo que soy republicano.
-Lo sabemos. –Comentó la Condesa de las Estrategia y los Subterfugios, que le conste que lo sabemos.
-Si lo saben por qué me tienen aquí. No lo entiendo.
-Porque un adversario como usted -que no un enemigo que nunca lo ha sido- es mejor tenerlo junto a uno que enfrentado. –Apostilló la Condesa del Arte del Cante Flamenco.
-¿Condesa del Arte del Cante Flamenco es usted señora? No sabe lo que la envidiará la Faraona.
-Me consta.
-Se me presenta en pesadillas cuando duermo y ha jurado que nunca me perdonará que ostente un título.
Se oye una campana y todos los nobles encerrados en el búnker inclinan la cabeza. El ayudante del monarca se dirige muy serio a todos para decirles.

-Oremos hermanos.
Por si acude, por si acude
por si aparece y la vemos,
por si está doña Virtudes,
troquemos nuestras voces
en un comunal oremos.

Felipito de mi vida
señor mío Felipón,
tú que mandas un montón:
te rezaré una oración,
tuyo es mi corazón,
y mío no,
y mío no,
y mío no.

-¿Pero conocen también a doña Virtudes la del Opus Dei?
-¿Qué si la conocemos? –Responde la Condesa de las Estrategias y los Subterfugios. ¿Me lo pregunta usted?
-Me interesa mucho porque he pasado mucho miedo con esa señora que está conchabada con una tal psiquiatra y ambas me han sumido en la zozobra y el desconsuelo.
-¡Zozobra y Desconsuelo! Buen título para el próximo conde del monarca, suena bien, me gusta. Dice el ayudante del monarca.
-¿Entonces?
-Sí, es lo que usted piensa.
-¿Estamos aquí porque…?
-Efectivamente.
-¿Y qué pasará con el Capitán Malo de Molina?
-Acaban de llevárselo a Valladolid donde el General Parra de Santiago lo investirá como Conde de las Casas Mínimas.
-¿Y el General Parra no ha sido investido todavía?
-El invicto general es desde hace largo tiempo Marqués de los Relatos Erotizantes. Un maestro, se lo digo yo que mi abuelo fue Unamuno.

Fín (Todo tiene su fin iiiiinnnnnn)


Jesús María Serrano