lunes, 26 de agosto de 2019

EXQUISITOS


Eran tan exquisitos que contrataŕon a una persona para que comprasen la ropa.
Eran tan exquisitos que su coches lo conducían chóferes.
Eran tan exquisitos que su dieta la marcaba un nutricionista.
Eran tan exquisitos que su casa la delineó y construyó un famoso arquitecto.
Eran tan exquisitos que a sus parejas siempre las probaba alguien de confianza...
Y así con todo.
Cuando murió uno de ellos, eran tan exquisitos que sus asesores decidieron meter en el ataúd a un pobre durante un mes, para que probase la confortabilidad del mismo, mientras tanto al exquisito lo mantuvieron en la cámara frigorifica del Hotel Ritz, lástima que hubo una huelga de hostelería y aĺlí permanece desde entonces.
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domingo, 11 de agosto de 2019

MICRORRELATO

En la carnicería. Entra una cliente y pregunta: ¿tiene usted riñones?
-Sí señora, dos y muy buenos.
-Pues que usted los mee bien. Se vuelve hacia la puerta y se marcha.

jueves, 8 de agosto de 2019

LAS CAJAS DE AHORROS Y MONTE DE PIEDAD


Acompañaba a mi madre en el autobús inglés de dos pisos que realizaba el servicio Puerto de Santa María hasta Jerez de la Frontera, por la carretera de El Portal, trayecto que duraba una hora o algo más, porque entraba en la pedanía de Castillo de Doña Blanca, por entonces yo era un niño que iba de la mano de mi madre en la que confiaba ciegamente, la miraba y veía a la muer más guapa del mundo, me asía de su mano y nada malo podía ocurrirme, ella siempre tenía una respuesta para mis preguntas, sonrisas y besos que tanto agradecía. Mi madre creíamos que se llamaba Dolores Romero Zarazaga, Lola la de los mellizos o de la playa de La Puntilla. Vestía de tonos oscuros cuando salía a la calle y tenía portes de duquesa, la duquesa sanluqueña de La Algaida que siempre fue. Con los años supimos que nunca se llamó Dolores sino Rosario, exactamente el mismo nombre que su hermana, ambas se llamaban Rosario, por proceder de esa ciudad argentina.
Nunca olvidaba en su bolso un breviario negro, con el que rezaba en los lugares más insospechados y sus ojos, profundamente negros también, sabían distinguir rápida y perfectamente a una persona decente de un sinvergüenza. Si me apretaba la mano, para eso había establecido todo un código de presiones, sabía la postura en que debía ponerme: relajado, recto, demostrar interés, desinterés o estar atento porque algo iba irremediablemente a suceder. Ella sabía que tenía don de palabras y en un tris, establecía una conversación donde fuese, sus formas y educación exquisitas la hacía sobresalir en cualquier situación:
-Mi marido, mi cinco hijos y yo, eso es lo único importante. -Decía. Mañana Dios dará. Y con respeto abría su bolso y sacaba su breviario, siempre encontraba el pasaje adecuado del que leía imperceptiblemente.
-¡Mamá, mamá ya hemos llegado a la plaza del Arenal de Jerez! Qué bonito es Jerez mamá, qué ciudad tan bonita.
-Muy bien, así se llama, del Arenal y no del Caballo como la gente vulgar la llama, ese militar que está ahí es don Miguel Primo de Rivera, que era jerezano, descendiente de toda una saga de militares de derechas que llegan incluso a las Guerras Carlistas de Zumalacárregui.
-En El Puerto no tenemos esto mamá. -Le decía.
-Ni esto ni nada, como bien dice Juanito Lara, nuestro amigo el pintor, si necesitas algo en El Puerto, por ejemplo una bombilla de más de 15 bujías, tienes que venir a Jerez, por eso estamos hoy aquí.
-¿Vamos a comprar hilos a Hilolana?
-Sí, pero antes debemos pasar por la calle Francos para un asunto y hacia allí, caminando a través de la calle Consistorio y plaza de Aladro. Jerez siempre ha tenido esa atmósfera de ciudad aristocrática que Cádiz nunca llegó a tener. Cádiz es de otra manera, me decía mi madre que todo lo sabía.
Y caminando llegábamos a la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, ella me indicaba que me sentase en uno de los bancos frailunos y se acercaba a una ventanilla rotulada como Empeños, sacaba con sumo cuidado una bolsa roja de tafetán y depositaba algunas joyas. El empleado las examinaba y decía.
-¿Las piensa empeñar o vender?
-Empeñar, nunca las venderé.
-¿Cuándo las recuperará?
-Al terminar el verano como siempre.
-Pues sólo le puedo dar tanto.
Lo miraba de arriba hasta abajo cual si sus ojos fueses los rayos equis de una máquina de hospital y la Caja de Ahorros entera se sumía en un sepulcral silencio. Firmaba el recibí y se volvía caminando lentamente como la duquesa que era.
-Jesumari dame la mano que nos vamos.
Por entonces existía una clara diferencia entre cajas y bancos, los segundos sólo los utilizaban los comerciantes y raramente aparecía nadie que no fuese industrial, empresario o inversor. Los bancos eran las catedrales del dinero, mientras que las cajas podría decirse que se limitaban a ser las casapuertas.
Después, caminando también, esperábamos a que abriese Hilolana y mi madre sacaba su larga relación de pedidos para las confecciones de lana e hilo que realizaban en casa con su gran máquina de tricotar de Industrias González, con la que vestía para el invierno a media ciudad de El Puerto. Luego el taxi, le gustaban los Citröen 11 o 15 ligeros, hasta la plaza del Arenal o directamente hasta casa porque era mucho el género que había comprado. Y es que lo niños parecen no enterarse de las cosas cuando van torcidas, se hacen el tonto y prefieren apretarle la mano a la madre, porque estando con ella nada malo podrá nunca ocurrirles.
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CRÓNICA DEL INFORME A SU MAGNÁNIMA Y REVERENCIADA PATRIÓTICA MAJESTAD EL FARAÓN


Aquel mandatario embarcó en un avión militar y voló hacia una isla mediterránea, llevaba como misión informar a su faraón que no había podido formar gobierno como quisiera. El piloto era tan rápido en sus aéreas singladuras, que una vez en la pista contaba hasta 125 con los ojos cerrados porque de lo contrario, en otras ocasiones, incluso había llegado antes de la hora de despegue lo que incomodaba muchísimo a los controladores aéreos, no por la velocidad que eso siempre gusta, sino debido a que el programa que se usa en las torres de control no admite números negativos.
El mandatario llegó a la isla y allí otro piloto de helicóptero le preguntó si quería acceder al palacio del faraón en paracaídas o con mochila llena de adoquines, que era la fórmula de moda. El mandatario lo miró y dijo lacónicamente: -¡En coche blindado carajo!
Al llegar lo recibió un teniente de Infantería que era altísimo, más alto que el mandatario, también más alto que el faraón y algunos dicen que incluso le llega a los hombros de Godzilla. Pero el mandatario tenía mucha prisa y el faraón lo recibió mientras se estaba haciendo una tortilla.
-¿A la francesa, española, de tagarninas, mixta o de ajetes? Preguntó.
-Como faraón que soy no hago tortillas, es que me pidió la parienta unos huevos para ponérselo en la espalda por ser muy buenos para tomar el sol y se han roto, así que los tengo aquí para que los muchachos se hagan algo, hay que reciclar incluso para los pobres. ¡Por cierto, veo que no consigue formar gobierno es usted más torpe que un tirachinas de trapo!
-Es imposible lograrlo, si me lo permite su archimagnánima y reverenciada majestad, sepa su gracia infinita que los rojos querían despojar del título de marquesa a Carmencita la de los Caídos.
-¿Cómo?
-Lo que oye su archimagnánima y reverenciada majestad.
-Pues de eso nada, que soy rey gracias a mi papi y precisamente a él lo puso el bajito de Ferrol (jodiendo a mi abuelo jejejejeje).
-¿Y entonces qué hago?
-Siga mareando la perdiz que sabe hacerlo muy bien. Me tengo que marchar que tengo squash con un príncipe saudí que me está hablando de un negociete de trenes por el desierto.
-Que su magnanimidad se lo camele bien.
-Eso, que está la cosa muy chunga. ¡Bautista llévate al coñazo de mandatario que no quiero verlo ni un pintura, donde se ponga un conservador ultra nadie! Lo que sufrimos los faraones por la patria.
Y es que los mandatarios soportan mucha presión porque en cualquier momento tiene que decidir si descender en paracaídas o en mochila llena de adoquines.
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