martes, 10 de enero de 2017

VIVEN ENTRE NOSOTROS PERO SON DE OTROS MUNDOS

Los vemos todos los días, acuden escrupulosamente ante los altares de las barras de los bares, impecablemente vestidos aunque algo anticuados en cuanto a moda, siempre rondando sobre las 9 y media de la mañana, saludan con displicencia al camarero a quien por supuesto tutean pero en absoluto permiten que los haga con ellos, nacieron nobles, ya aspiraban a ser don algo desde el momento en que sus padres cruzaron la primera mirada con sus mamás, están por todos lados. Cuando entran a sus templos, pasean sus miradas por las capillas y se alejan de los papeles de los azucarillos de esos desgraciados que se ven obligados a tomarse un café a las seis de la mañana. -Todos no somos iguales afortunadamente- piensan. Mientras les preparan sus cafés sin pronunciar palabra, ya exigen el periódico que se los ponen en las manos con una media sonrisa hipócrita. Tienen esa habilidad especial de abrirlos por la sección de obituarios y escrutan con el escáner de sus miradas, por si acaso sus propios nombres aparecen allí y, por esas veleidades del destino todavía no se han enterado puesto que casos haberlos haylos. Y qué oprobio más grande haberles llegado el momento final en el café sin haberse cambiado de calzoncillos esa mañana. Los vemos todos los días y son fácilmente identificables porque tras el obituario leen con fruición el editorial del ABC sin que el bazo colapse. Interesados lógicamente en aquellos temas que España genera y exporta: la tauromaquia, cuántos días faltan para el Tríduo de su Cristo y su desprecio por la independencia de Cataluña. Luego se vuelven a sus despachos y miran lascivamente las cachas de la funcionaria de al lado que cada día está más buena. ¡Ay si las pudiesen trincar un día de éstos!

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