Aproveché un momento que ella estaba llamando por teléfono para acercarme a la barra y sentarme. La chica acudió inmediatamente, no fue necesarió que pidiese nada, a las cuatro de la mañana y de uniforme, todas las camareras de L.A. saben qué quiere un patrullero. Me acercó una taza y me la puso la hasta la mitad, me miró y enarqué las cejas, la rubia flacucha la llenó hasta el borde, luego me indicó con la cabeza si tarta o rosquillas.
-Prefiero rosquillas joven. Le dije sonriendo y muy cansado.
-Como usted diga agente. Volviéndose a la barra para traérmelas.
En eso apareció la Sargento Sullivan, impecable como era habitual.
-¿Has ordenado ya para mi Hudson? Asentí. Los héroes comen poco.
-Té frío mi Sargento como usted suele tomar a estas horas.
-Gracias Hudson.
Ojeé el manoseado periódico y me fijé en una noticia de la página 46, se hablaba de un escándalo inmobiliario protagonizado por uno de los concejales del ayuntamiento en South Alvarado Street, cerca del Dodger Stadium. Meneé la cabeza y me dije, no puedo culpar a estos tipos, de ser uno de ellos sería mucho más corrupto pero aquí estoy, deseando que llegue la jubilación a las cuatro de la mañana con una tía que encarna el papel de heroína.
-Hudson, no te duermas. Dijo Sullivan. Y dicho esto volvimos al patrullero, prefería conducir yo porque de ella no me fiaba, día y noche con sus gafas de espejo y conduciendo como una posesa cuando nos llamaban del Precinto.
-¡Héroes!
-¿Qué murmuras Hudson?
-Nada mi sargento, es que ya me aburre Superman.
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