lunes, 7 de diciembre de 2015
LOS MIÉRCOLES AL SOL
El sol calentaba aquella fachada del destartado jardín de cipreses y la paz del recinto sólo se resentía de vez en cuando por un grupo de turistas muy serios y el monótono trabajo de los albañiles.
-¿Si aquí se pudiese fumar?
-¿Y para qué deseas fumar?
-Porque aquí se está en la gloria.
-Tanto como la gloria me parece excesivo, por cierto, ¿tú dónde estás?
-Ocupo el recinto 16 altura 4ª.
-Ahora lo comprendo, te han colocado en un lugar privilegiado, tomas el sol, no tienes humedad. ¿A qué te dedicabas?
-Era asesor.
-¿Asesor de qué?
-Asesor de comunicación política, me encargaba del diseño, aseroramiento y montaje de las políticos.
-Comprendo.
-Pues sí, aunque no te lo creas mis decisiones han afectado mucho al mundo, gracias a mis ideas la sociedad ha cambiado muchísimo.
-¿Qué cosas has cambiado?
-Muchas. Te diré algunas: gracias a mis investigaciones sociopáticas conseguí subir la edad de jubilación, aumentar los años de cotización hasta 45 para poder conseguir una pensión, eliminé los fondos a la dependencia, apoyé el rescate de la banca, congelé las pensiones de los abuelitos, reduje el número de metros cuadrados en los pisos sociales, instauré el becariado a 15 años para los recién graduados, recorté fondos a la Seguridad Social, quité médicos… Sí, muchas, muchas iniciativas mías se han implementado con acierto para la competitividad.
-¿Qué me dices? ¿Fuiste tú quién cambió la edad de jubilación elevándola a los 74 años y once meses?
-Sí, entre otras muchas cosas, como te he dicho.
-Qué pedazo de cabrón, pues te voy a decir algo, trabajaba conduciendo un autobús desde San Fernando a Madrid, con parada en Guarromán y estuve allí 29 años y un día me bajé del bus, me torcí el pie y rompí ligamentos, me llevaron a un hospital y como tú habías quitado médicos y recortado recursos a los hospitales, me gangrené el pie y tuvieron que amputármelo.
-Eso es mala suerte no tienes que tomártelo así, la idea es buena aunque perentoriamente pueda tener algún que otro resultado espúreo, en cierto modo eres una víctima colateral, eso siempre pasa.
-¿Entonces debo consolarme con ser víctima colateral?
-Pues sí -dijo el sociópata- tendido en su recinto 16 altura 4ª. Esas cosas pasan, pero seguro que no me hablas de las macrocifras, con tanto quejarte, gracias a mis ideas, redujimos la deuda externa de un billón tresciestos cuarenta y dos mil euros a sólo u billón trescientos dos mil euros, siendo felicitado por ello por Ángela Merkel que me invitó a una salchicha de Franfort y pude ponerme todo el ketchupo que quisiera. ¡Qué tiempos! Si aquí se pudiese fumar.
Fuera, tras mirar la hora en teléfono móvil cerró la verja del cementerio.
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